Abuelo y su nieta muer3n tras impactar contra un caballo en Ciud…Ver más

¡PAREN LAS PRENSAS Y AGÁRRENSE EL CORAZÓN! PORQUE LO QUE ESTAMOS A PUNTO DE NARRARLES NO ES UNA PELÍCULA DE TERROR, ES LA PURA Y CRUDA REALIDAD QUE NOS GOLPEA EN LA CARA ESTA MAÑANA.
¡TRAGEDIA EN LA CARRETERA DEL INFIERNO! ABUELO Y SU PEQUEÑA NIETA ENCUENTRAN LA MUERTE EN UN BRUTAL Y SANGRIENTO IMPACTO CONTRA UN CABALLO DESBOCADO EN CIUDAD…
SUBTÍTULO DE IMPACTO: El destino les jugó la peor broma macabra. Regresaban felices de una fiesta familiar cuando la “Huesuda” se les apareció a galope tendido en medio de la noche. Los fierros retorcidos de su camioneta se convirtieron en la tumba de Don Roberto y su adorada nietecita, Sofía. ¡UNA ESCENA DANTESCA QUE TIENE A TODO MÉXICO CON EL ALMA EN UN HILO Y PIDIENDO JUSTICIA A GRITOS!
POR: EL TUNDEMÁQUINAS RAMÍREZ / CRÓNICA ROJA EXCLUSIVA.
CIUDAD JIMÉNEZ, CHIHUAHUA (O LA CIUDAD DONDE OCURRIÓ).- Ay, nanita. No hay palabras, mis valedores, no existen letras suficientes en el abecedario para describir el dolor, la rabia y la impotencia que se respira hoy en el ambiente. La carretera, esa serpiente de asfalto que tantas vidas cobra, se ha vuelto a teñir de rojo, pero esta vez, la mancha es imborrable porque se ha llevado a la inocencia misma.
Esta es la crónica de una noche que prometía ser puro recuerdo bonito y terminó en el velorio más triste del año.
EL PRÓLOGO DE LA FELICIDAD ANTES DEL DRAMA
Imagínense la escena, familia. Don Roberto “N”, un señorón de esos de antes, de sombrero bien puesto, manos curtidas por el trabajo y un corazón que no le cabía en el pecho, venía manejando su fiel “troca”, una camioneta pickup que cuidaba más que a sus propios ojos.
A su lado, en el asiento del copiloto, venía la luz de su vida, su motor, su todo: la pequeña Sofía “N”, una chamaquita de apenas 8 añitos, con una sonrisa chimuela que iluminaba hasta la noche más oscura. Venían de una quinceañera en un rancho cercano. Venían contentos, cantando esas rolas viejitas que le gustaban al abuelo, con el estómago lleno de asado y el alma llena de alegría familiar.
“Ya merito llegamos, mija, no te me duermas”, le habría dicho Don Roberto, acariciándole el pelito. ¡Si tan solo hubiera sabido que “llegar” significaba otra cosa muy distinta esa noche!
EL MINUTO DEL TERROR: CUANDO LA BESTIA APARECIÓ DE LA NADA
Eran pasaditas de las 11 de la noche. La carretera estaba más oscura que boca de lobo. Ustedes saben cómo son esos tramos federales, donde las luces brillan por su ausencia y solo los faros de los tráileres rompen la negrura.
Don Roberto manejaba con precaución, era un hombre de experiencia. Pero, mis amigos, contra el destino no hay volante que valga.
De repente, sin aviso, sin un ruido previo, surgió de la maleza. Una bestia enorme. Un caballo prieto, de esos cuartos de milla pesados, que se plantó a mitad del carril como un fantasma de cuatro patas enviado por el mismísimo chamuco.
¡NO HUBO TIEMPO DE NADA!
Ni el mejor piloto de Fórmula 1 hubiera podido esquivarlo. Don Roberto clavó los frenos. El rechinido de las llantas fue un grito desgarrador que duró apenas un segundo antes del estruendo.
¡PUM! EL GOLPE QUE CIMBRÓ LA TIERRA
El impacto fue seco, brutal, devastador. La camioneta se estrelló de lleno contra el animal de casi 500 kilos. La física es cruel, raza. El cuerpo del caballo, por la velocidad, no salió volando hacia adelante; se incrustó. Rompió el parabrisas como si fuera de papel y se metió a la cabina, convirtiendo el interior de la troca en una licuadora de fierro, vidrio y carne.
El silencio que siguió al golpe fue lo más aterrador. Ya no había música. Ya no había risas de la niña. Solo el siseo del radiador roto y el vapor saliendo del motor destrozado.
UNA ESCENA QUE HARÍA LLORAR A LAS PIEDRAS
Los primeros en llegar fueron unos traileros que vieron el fogonazo del choque a lo lejos. Lo que encontraron, según nos cuentan con la voz quebrada y los ojos llorosos, es algo que no le desean ni a su peor enemigo.
La camioneta estaba irreconocible, parecía un acordeón de metal. Y adentro… ¡ay, Dios mío, adentro!
Don Roberto, en un último acto de amor supremo, parecía haber intentado girar el volante y poner su cuerpo para proteger a su nieta. Pero el golpe fue demasiado. El abuelo y la pequeña Sofía quedaron inertes, atrapados entre el tablero y los asientos, con sus vidas apagadas al instante por la violencia del encontronazo.
El caballo, la pobre bestia que también fue víctima de la irresponsabilidad humana, yacía muerto sobre el cofre y parte de la cabina, completando un cuadro dantesco que olía a gasolina, sangre y muerte.
LA INDIGNACIÓN NACIONAL: ¿DE QUIÉN ES ESE ANIMAL?
Cuando llegaron las ambulancias de la Cruz Roja y los elementos de la Guardia Nacional, solo pudieron confirmar la tragedia. Las sábanas blancas cubrieron los cuerpos, pero no pudieron cubrir la rabia que empezó a crecer.
¿Qué hacía un caballo suelto en una carretera federal a media noche? ¡Esa es la pregunta del millón!
Esto no fue un “accidente”, señores. ¡Esto es una NEGLIGENCIA CRIMINAL! Alguien, un dueño irresponsable, un ranchero “valemadrista”, dejó la cerca abierta o no amarró bien a su animal. Y esa decidia, esa flojera, le costó la vida a un abuelo amoroso y a una niña que tenía todo el futuro por delante.
“¡Qué poca madre!”, gritaba un familiar que llegó a la escena, golpeando el suelo de tierra con desesperación al ver los cuerpos de sus seres queridos. “¡Siempre es lo mismo en esta carretera, siempre hay vacas o caballos y nadie hace nada!”.
EL LUTO NOS ENVUELVE A TODOS
Hoy, una familia está destrozada. En una casa hay dos sillas vacías en la mesa y juguetes que ya nadie va a usar. Don Roberto ya no contará sus historias, y Sofía no llegará a sus propios quince años.
La Fiscalía ya anda tras las huellas del dueño del caballo. Tienen que revisar el fierro marcador del animal. ¡Exigimos que den con el responsable y que pague con cárcel! Porque esto no se arregla con una multa, esto se paga con justicia.
Mientras tanto, a nosotros solo nos queda elevar una oración por el eterno descanso del abuelo y su nieta, que ahora viajan juntos por una carretera donde no hay oscuridad ni bestias sueltas.
Manejen con cuidado, mi gente. Y si usted tiene animales, ¡amárrelos bien, carajo! Que su irresponsabilidad no se convierta en la tumba de una familia inocente.
¡DESCANSEN EN PAZ, DON ROBERTO Y PEQUEÑA SOFÍA! MÉXICO LLORA SU PARTIDA.