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Encuentran a una familia en una alc… Ver más

¡PÁRENLE A SUS PRENSAS Y AGÁRRENSE DEL ASIENTO PORQUE LO QUE VIENE ESTÁ CAÑÓN!
¡TERROR BAJO TIERRA! ¡MÉXICO LLORA SANGRE! ENCUENTRAN A UNA FAMILIA ENTERA ATRAPADA EN EL INFIERNO DE UNA ALCANTARILLA: LA CRÓNICA DE UNA TRAGEDIA QUE NOS PONE DE RODILLAS.
SUBTÍTULO DE IMPACTO: Lo que comenzó como un rumor en redes sociales, ese mensajito de “Última Hora” que te heló la sangre, se ha confirmado de la peor manera posible. En las entrañas pestilentes de la ciudad, donde la luz del sol no se atreve a entrar, el destino le jugó la broma más macabra a una familia mexicana. ¿Víctimas de la delincuencia o víctimas de la miseria que nos ahorca? Aquí te contamos la neta, cruda y sin censura, de la noticia que ha sacudido la conciencia nacional.
POR: EL TUNDEMÁQUINAS RAMÍREZ / CRÓNICA ROJA DESDE EL ASFALTO
CIUDAD DE MÉXICO.– ¡Ay, nanita! Si usted, amable lector de nervios de acero y estómago de trailero, pensaba que ya lo había visto todo en este valle de lágrimas, prepárese para persignarse tres veces al revés. Porque la historia que hoy empaña las portadas no es de balazos ni de ajustes de cuentas, es una historia de desesperación humana que duele más que un golpe seco en el alma.
El reloj marcaba las 10:00 de la mañana en una de esas colonias bravas de la periferia, donde el pavimento se acaba y la esperanza a veces también. Don “Chuy”, un trabajador del sistema de aguas, un hombre curtido que ha visto cosas que harían vomitar a una cabra, andaba en su rutina de desazolve. La temporada de lluvias se acerca y hay que destapar las venas de la ciudad.
“El olor estaba más gacho de lo normal, jefe”, relató Don Chuy después, temblando como gelatina y con los ojos inyectados de espanto, mientras se fumaba un cigarro sin filtro para calmar el susto. “Metí la barreta para levantar la tapa de fierro colado de un pozo de visita. Pesaba como un pecado capital. Al levantarla, eché la luz de la linterna pa’ abajo, esperando ver ratas del tamaño de conejos o basura… pero no, valedores. Lo que vi me va a perseguir hasta el día que me muera”.
EL HALLAZGO QUE ENCHINÓ EL CUERO
Allá abajo, a tres metros de profundidad, entre el lodo tóxico, las aguas negras que arrastran la porquería de millones y el tufo a gas metano que marea, no había bestias. Había ojos humanos.
No era uno, ni dos. ¡Eran cuatro almas en pena!
El reporte preliminar de las autoridades, que llegaron haciendo un ruidero de sirenas media hora después, confirma la pesadilla: se trata de una familia completa. Un hombre de unos 35 años, una mujer que aparenta la misma edad y, lo que más rompe el corazón, dos menores de edad, dos chilpayates que no pasaban de los 6 y 8 añitos.
¿Qué hacían ahí? ¿Cómo llegaron a ese agujero del diablo?
Las primeras versiones que corren como pólvora en el barrio apuntan a la tragedia de la pobreza extrema. Se dice, se rumora, que esta familia había sido desalojada de un cuartucho de lámina hace semanas. Sin chamba, sin familia que les tirara un paro y con la renta encima, la ciudad monstruo los masticó y los escupió.
Al parecer, en su desesperación por encontrar un refugio donde el frío de la madrugada no calara los huesos de los niños, vieron en la boca de tormenta una entrada a un “hogar” subterráneo. ¡Hágame usted el rechingado favor! Preferir vivir entre las heces que en la superficie de una sociedad que les dio la espalda.
UN RESCATE DRAMÁTICO ENTRE LÁGRIMAS Y MENTADAS
El operativo de rescate fue un verdadero merequetengue. Llegaron los bomberos, los “héroes de azul” del ERUM y la chota (policía) a acordonar la zona con cinta amarilla, mientras la raza curiosa se amontonaba con el celular en mano, grabando la desgracia ajena para subirla al TikTok.
Pero el morbo se convirtió en silencio sepulcral cuando empezaron a sacar a los inquilinos del subsuelo. El primero en salir, atado a un arnés y jalado por cuerdas, fue el niño más pequeño. Venía tiznado de pies a cabeza, con la ropita hecha jirones y una tos que sonaba a muerte. Sus ojitos, desacostumbrados a la luz del día, parpadeaban con miedo.
Ahí fue cuando la gente dejó de grabar y se puso a chillar. Una señora de mandil se quitó el rebozo y se lo aventó al paramédico: “¡Tápelo, doctor, tápelo que tiene frío el angelito!”, gritaba entre sollozos.
Luego sacaron a la madre y a la niña. La mujer apenas podía sostenerse en pie, desnutrida, con la mirada perdida, como si ya no estuviera en este mundo. El padre fue el último. Cuentan los rescatistas que el señor se resistía a salir, que gritaba que abajo estaban sus “cosas”, sus cartones, sus pocas pertenencias. La desesperación ya le había comido el cerebro.
EL GRITO DE UN PAÍS: ¿DÓNDE ESTÁBAMOS NOSOTROS?
Esta noticia, mis valedores, no es solo una nota roja para vender periódicos. ¡Es un pinche espejo que nos muestra lo jodidos que estamos!
Mientras allá arriba los políticos se pelean por el hueso, presumen obras faraónicas y se gastan nuestros impuestos en camionetones blindados, acá abajo, literalmente bajo sus pies lujosos, hay familias mexicanas viviendo como topos, tragando miseria y respirando veneno.
¿Cuántas familias más hay así en los laberintos del drenaje profundo? ¿Cuántos niños están creciendo en la oscuridad mientras nosotros nos quejamos porque el internet está lento?
El estado de salud de la familia es reportado como grave pero estable. Están en el Hospital General, siendo atendidos por infecciones severas en la piel, problemas respiratorios agudos por los gases tóxicos y desnutrición crónica. Los médicos dicen que es un milagro que no se hayan ahogado en la última tormenta o que no hayan muerto intoxicados.
Pero el daño más grave no es el de los pulmones, raza. Es el daño en el alma de esos niños y el daño en la conciencia de un país que permite esto.
¡Qué poca madre! Hoy México no debe dormir tranquilo. Hoy, cuando le des un beso a tus hijos en su cama calientita, piensa en los “niños de la alcantarilla”. Y pregúntate, ¿en qué momento nos volvimos tan ciegos y tan sordos ante el dolor ajeno?
Seguiremos informando, con el corazón en la mano y la rabia en la garganta. ¡Justicia social, carajo, es lo que hace falta!