😱Fue expulsad0 de su casa y amaneci0 sin vi1…ver mas

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¡QUÉ SUSTO, MANO! ENCUENTRAN A JOVEN “EMBOTELLADA” EN UN TAMBO AZUL A PLENA LUZ DEL DÍA Y SE ARMA TREMENDO ZAFARRANCHO EN LA COLONIA

Por: La Redacción / Crónica Urbana

CIUDAD DE MÉXICO.– No cabe duda de que mi México mágico nunca deja de sorprendernos con sus escenas surrealistas, de esas que si te las cuentan, no las crees, y piensas que son puro choro. Pero esta vez, las imágenes hablan por sí solas y han dejado a más de uno con el ojo cuadrado y el Jesús en la boca. Lo que comenzó como una mañana tranquila de martes en una concurrida colonia de la capital, terminó convirtiéndose en el “chismecito” del día, protagonizado por una joven, un tambo de plástico azul y una siesta que se salió de control.

Todo comenzó alrededor de las 11:00 de la mañana, cuando el sol ya empezaba a picar con ganas. Vecinos que transitaban por la banqueta, algunos paseando al “firulais” y otros corriendo para llegar a la chamba, notaron algo fuera de lo común. Ahí, a un costado del camino, sobre el pavimento y como si fuera parte del mobiliario urbano, reposaba un enorme tambo de plástico de color azul intenso, de esos que se usan para guardar agua o quién sabe qué tiliches. Pero lo que realmente llamó la atención y prendió las alarmas no fue el contenedor en sí, sino lo que sobresalía de él.

Como se puede apreciar en las imágenes que ya circulan como pan caliente en redes sociales, del interior del cilindro azul asomaban un par de piernas. Sí, así como lo leen. Unas piernas enfundadas en unos shorts de mezclilla oscura y rematadas por unos tenis blancos de plataforma, tipo “chunkys”, que están muy de moda ahorita entre la chaviza. El resto del cuerpo, una figura que parecía ser femenina y que vestía una playera rosa pastel, estaba “hecho bolita” dentro del reducido espacio del tambo.

La escena, captada en dos tomas que, aunque un poco borrosas por el zangoloteo del momento, muestran claramente la situación, desató el pánico inmediato entre los presentes. “¡No manches, un encostalado!”, gritó una señora que venía del mercado con sus bolsas de mandado, persignándose al instante. Otros, más precavidos pero igual de asustados, pensaron lo peor: “¿Será que le pasó algo? ¿Estará desmayada? ¿O peor?”. El murmullo se convirtió en un hervidero de especulaciones. Nadie se atrevía a acercarse demasiado, imperaba ese miedo colectivo de encontrarse con una tragedia de esas que salen en la nota roja.

Como era de esperarse, no faltó el buen samaritano –o el más chismoso, según se vea– que sacó el celular y marcó al 911. “Oiga, oficial, es que aquí en la calle hay un tambo con una persona adentro, no se mueve, ¡vengan rápido!”, fue el reporte. En cuestión de minutos, el sonido de las sirenas rompió la calma de la colonia. Llegaron un par de patrullas de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y una ambulancia del ERUM, con paramédicos listos para lo que fuera.

La zona se acordonó rapidito con esa cinta amarilla que siempre presagia malas noticias. Los policías, con mano en la funda del arma por si las moscas, se acercaron cautelosamente al barril azul. Los paramédicos preparaban su equipo, con caras largas, esperando confirmar lo que todos temían. El silencio en la cuadra era sepulcral; hasta los perros dejaron de ladrar. Los vecinos, ya en modo “mitotero” total, se asomaban desde ventanas y balcones, celular en mano para grabar la acción.

Un paramédico se inclinó sobre la abertura del tambo. “¡Señorita! ¡Señorita, ¿me escucha?!”, gritó, dándole unos golpecitos al plástico. Nada. Silencio. Volvió a insistir, esta vez moviendo ligeramente una de las piernas que sobresalían. Y entonces… ¡el milagro! O más bien, el despertar.

La figura dentro del tambo se removió bruscamente. Un quejido, mitad susto, mitad molestia por ser despertada, emergió de las profundidades del plástico azul. Lentamente, una cabeza despeinada se asomó. Era una joven, de unos veintitantos años, con cara de “¿qué pachó?”, los ojos entrecerrados por la luz del sol y una expresión de confusión total al ver el despliegue de uniformados a su alrededor.

“¡Ay, güey! ¿Qué onda? ¿Qué hacen todos aquí?”, fueron, según testigos, las primeras palabras de la “víctima”. Resulta que no había crimen, ni tragedia, ni misterio macabro. La cruda realidad, y nunca mejor dicho, era mucho más simple y hasta cómica.

Según contó la propia joven –a quien llamaremos “Lupita” para no quemarla más– a los oficiales, la noche anterior se había ido de fiesta, una de esas “pedas legendarias” que se alargan hasta el amanecer. Al venir de regreso a su casa, ya con el sol dándole en la cara y el cansancio (y probablemente unas copitas de más) haciendo estragos, vio el tambo azul tirado en la calle. En su estado inconveniente, el contenedor le pareció el lugar más cómodo y acogedor del mundo para echarse una “pestañita” rápida antes de seguir su camino.

Se metió como pudo, se acurrucó, y el sueño la venció profundamente. Tan profundamente que no escuchó ni los coches, ni a la gente pasando, ni siquiera las sirenas de la policía cuando llegaron. Estaba, como decimos aquí, totalmente “jetona”.

El susto de los vecinos se transformó rápidamente en alivio y luego en una carcajada colectiva. Los paramédicos, que ya se veían atendiendo un caso grave, no pudieron evitar sonreír mientras le checaban los signos vitales a la joven, que estaban perfectos, más allá de la deshidratación y la vergüenza. Los policías, negando con la cabeza, le dieron un sermón sobre los peligros de quedarse dormida en la vía pública, y menos en lugares tan “creativos”.

“Qué oso, la neta. Nomás quería dormir cinco minutos, no pensé que se fuera a armar este relajo”, confesó Lupita, roja como un tomate, mientras intentaba salir de su improvisada “cama” con la ayuda de un oficial, maniobra que tampoco fue muy graciosa que digamos.

Al final, todo quedó en una anécdota más para el anecdotario de la colonia. La joven se fue a su casa a terminar de dormir (ahora sí en una cama de verdad), los policías se retiraron a seguir patrullando, y los vecinos se quedaron con el chisme del día y las fotos para el grupo de WhatsApp de la familia.

Así que ya saben, banda, si andan muy cansados después de la rumba, mejor lleguen a su casa. No vaya a ser que su “siestecita” en la banqueta termine movilizando a medio cuerpo de policía y los convierta en el meme de la semana. ¡Aguas con dónde se quedan dormidos!

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