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Acabo de encontrar esto en mi cama. Me está asustando un poco. ¿Qué es?…Ver más

Acabo de encontrar esto en mi cama. Me está asustando un poco. ¿Qué es?…Ver más

 

¡EL HORROR DUERME CONTIGO! “ACABO DE ENCONTRAR ESTO EN MI CAMA”: EL GRITO DE AUXILIO VIRAL QUE DESATÓ UNA PESADILLA BIOLÓGICA EN LA CIUDAD. ¡NADIE ESTÁ A SALVO ESTA NOCHE!

SUBTÍTULO: Lo que comenzó como una simple foto borrosa en redes sociales y la pregunta inocente de una vecina aterrada, se ha convertido en el epicentro de una psicosis colectiva. ¿Plaga bíblica, experimento fallido o brujería de la más negra? Las autoridades callan mientras las “cosas” se multiplican bajo las sábanas de la colonia. ¡Pásale, pásele y entérese del terror que podría estar acechando bajo su propia almohada en este mismo instante!

POR: “EL CHALE” RODRÍGUEZ / CRÓNICA ROJA / ALERTA MÁXIMA CDMX

CIUDAD DE MÉXICO, MADRUGADA DE TERROR Y CONFUSIÓN.— ¡Ay, nanita! Si usted, amable lector, es de los que piensan que su cama es su santuario, el lugar sagrado donde nada malo puede pasarle después de un día de corretear la chuleta, mejor siéntese y tómese un té de tila bien cargado, porque la historia que le traemos hoy le va a quitar las ganas de pegar el ojo por una semana.

El reloj marcaba las 11:30 de la noche de este martes negro cuando el internet chilango colapsó. No fue por un temblor, ni por un nuevo escándalo político de esos que ya ni nos sorprenden. No, señores. El pánico empezó con una simple notificación en el grupo de Facebook “Vecinos Alerta de la Colonia Portales”.

La usuaria, una joven madre de familia identificada como Mariana “N”, subió una foto que, a primera vista, parecía un manchón de mugre sobre una sábana blanca de algodón egipcio. Pero el texto que la acompañaba helaba la sangre: “Acabo de encontrar esto en mi cama. Me está asustando un poco. ¿Qué es?…Ver más”.

Al darle clic al “Ver más”, se desataba el infierno.

EL HALLAZGO QUE DETUVO EL CORAZÓN DE UNA MADRE

Mariana narró, con los dedos temblorosos sobre el teclado, cómo minutos antes se disponía a acostar a su pequeño de tres años. Al retirar el edredón, notó algo oscuro cerca de la cabecera. Pensó que era una pelusa, quizás una pasa que se le cayó al niño. Pero al acercar la mano para quitarla, la “pelusa” reaccionó.

“No manches, casi me da el tramafat”, escribió Mariana en una actualización posterior que ya ha sido borrada. “No era una araña, tampoco una chinche. Era… una cosa. Como del tamaño de una uña del pulgar, de un color negro aceitoso, como si estuviera mojada. No tenía patas visibles, pero cuando la toqué con la punta del dedo, se contrajo y empezó a vibrar. ¡Vibraba y soltaba un calorcito horrible!”.

La foto, tomada con un celular de gama media y con pésima iluminación, no hacía justicia al horror que describía. Parecía una especie de larva, pero con una textura que recordaba a la piel quemada. Lo peor no era su aspecto, sino la sensación de amenaza inminente que irradiaba. El post de Mariana terminaba con una súplica desesperada: “Por favor, díganme que es solo un bicho raro de la humedad. Estoy temblando y ya saqué al niño del cuarto. ¿Alguien sabe qué es esta madre?”.

LA PSICOSIS SE EXTIENDE COMO FUEGO EN GASOLINERA

En cuestión de minutos, la publicación tenía cientos de comentarios. Los “expertos de sillón” no tardaron en aparecer. Unos decían que era una “vinchuca” portadora del mal de Chagas; otros, más conspiranoicos, juraban que era un nanorobot del gobierno para espiarnos mientras roncamos. No faltó la tía religiosa que sentenció que era una señal del Apocalipsis o una brujería “mal trabajada” que le habían echado a Mariana.

Pero el verdadero caos comenzó a la media hora.

Otro vecino, Don Evaristo, un jubilado que vive a tres calles de Mariana, comentó con una foto propia: “¡Santa Madre de Dios! Yo acabo de encontrar dos de esas porquerías bajo mi colchón cuando buscaba mis pantuflas. ¡Están calientes y huelen a azufre!”.

¡Pum! Se armó la gorda. La caja de Pandora se había abierto en la Portales. De repente, ya no era el caso aislado de una vecina asustada; era una invasión. Los teléfonos de emergencia 911 empezaron a sonar como locos. El reporte era el mismo: “Hay cosas raras en mi cama”, “Se mueven”, “Queman al tocarlas”.

La histeria colectiva es una bestia difícil de domar. Para la 1:00 AM, familias enteras estaban en la banqueta, en pijama y con cara de espanto, sacudiendo sábanas y colchones a media calle. El espectáculo era dantesco. La gente gritaba que sentían picazón en el cuerpo, que las “cosas” se les habían subido. El rumor corrió como reguero de pólvora: las criaturas buscaban el calor humano, se alimentaban de él mientras dormías, dejándote seco.

LLEGAN LAS AUTORIDADES: ¿CONTROL DE PLAGAS O CIENCIA FICCIÓN?

A eso de las 2:00 AM, arribaron las primeras patrullas. Los policías, acostumbrados a lidiar con borrachos y pleitos de cantina, no sabían qué hacer con una señora histérica que sostenía un frasco de mayonesa con una “larva vibradora” adentro.

“Jefe, esto está muy raro, la neta”, confesó un oficial que prefirió guardar el anonimato mientras se echaba gel antibacterial compulsivamente. “La cosa esa del frasco… le juro por mi jefecita santa que parecía que nos estaba mirando, aunque no tenía ojos. Y el frasco estaba tibio”.

La situación escaló cuando llegó una unidad de Protección Civil y, poco después, una camioneta blanca sin rótulos de la que bajaron cuatro sujetos con trajes tipo astronauta (equipo de materiales peligrosos). ¡Ahí sí que la raza se friqueó de verdad! Si bajan los “hombres de blanco”, es que ya valió barriga, señor verga.

Cordonaron la calle de Mariana. Nadie entra, nadie sale. Los vecinos, desde las azoteas y ventanas aledañas, transmitían en vivo por TikTok el operativo. Se veía cómo sacaban el colchón de Mariana envuelto en plásticos amarillos, como si fuera evidencia de un crimen mayor o un reactor nuclear con fugas.

SILENCIO OFICIAL Y TEORÍAS DESCABELLADAS

Hasta el cierre de esta edición, las autoridades no han dicho ni pío. Silencio sepulcral. La Secretaría de Salud no contesta, y en la delegación nomás se pasan la bolita. Este vacío de información es el caldo de cultivo perfecto para el miedo.

En las calles, el chisme está a todo lo que da. Doña Chona, la de la tienda de abarrotes, jura que vio cómo una de esas “cosas” saltaba casi un metro hacia la cara de un bombero. “Le digo, joven, eso no es de este mundo. O son aliens, o se les escapó algo de algún laboratorio secreto de esos que dicen que hay en el subsuelo del metro”.

Otros apuntan a una causa más siniestra y terrenal. “Es la vecina del 402, la que siempre tiene veladoras negras prendidas”, susurraba un grupo de señoras persignándose. “Seguro hizo un trabajo para amarrar al marido y se le salió de control el chamuco. Esas larvas son demonios chiquitos”.

Lo cierto es que nadie sabe qué son. Los pocos biólogos que han visto las fotos en Twitter están desconcertados; la morfología no coincide con ninguna plaga urbana conocida: ni chinches, ni ácaros gigantes, ni garrapatas mutantes. Lo más inquietante es ese “calor” y esa “vibración” que todos los testigos describen.

EL MIEDO SE METE EN TUS SÁBANAS

La madrugada avanza y la Ciudad de México no duerme. La paranoia se ha extendido a otras colonias. En la Del Valle, en la Roma, en Iztapalapa… la gente está revisando sus camas con la linterna del celular, con el corazón en la garganta, temiendo encontrar esa mancha negra y aceitosa que palpita.

La publicación original de Mariana ya es historia viral, compartida miles de veces. Su sencilla frase: “Acabo de encontrar esto en mi cama. Me está asustando un poco”, se ha convertido en el epitafio de la tranquilidad nocturna de millones de chilangos.

¿Estamos ante una nueva epidemia? ¿Es una mutación provocada por la contaminación? ¿O es algo mucho más oscuro que ha decidido salir de las sombras para anidar donde más vulnerables somos?

Por ahora, solo queda la incertidumbre y el miedo. Las autoridades siguen acordonando la zona cero en la Portales, llevándose pruebas en contenedores sellados bajo la mirada aterrorizada de los vecinos que hoy dormirán en el sillón, con la luz prendida y un zapato en la mano, listos para aplastar cualquier cosa que vibre.

Y usted, querido lector, antes de apagar la luz esta noche… ¿está seguro de que está solo en su cama? ¿Ya revisó debajo de la almohada? Hágalo. Por su bien, hágalo. Porque parece que en esta ciudad, el horror ya no toca la puerta; ahora, se mete directamente entre tus sábanas.

Seguiremos informando desde el epicentro del pánico, si es que no nos comen los bichos antes. ¡Qué Dios nos agarre confesados!

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