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☠️⚰️ Murió José el niño que renunció a los qui… Ver más

☠️⚰️ Murió José el niño que renunció a los qui… Ver más

 

 

¡MÉXICO SE ROMPE EN MIL PEDAZOS Y EL CIELO GANA UN ÁNGEL GUERRERO! LA “TRISTEZA NACIONAL” TIENE NOMBRE Y APELLIDO: JOSÉ, EL PEQUEÑO GIGANTE QUE DIJO “¡BASTA!” A LA QUIMIO PARA VIVIR SUS ÚLTIMOS DÍAS COMO UN NIÑO DE VERDAD.

SUBTÍTULO DE IMPACTO: ¡PAREN LAS ROTATIVAS Y GUARDEN SILENCIO, POR FAVOR! Mientras el internet se distrae con chismes baratos de Shakira, memes de cerdos musculosos y tragedias carreteras, hoy la verdadera noticia nos da una cachetada con guante blanco y nos arranca el corazón del pecho. Se confirmó lo que nadie quería leer al darle clic a ese “Ver más”: José, el chamaquito valiente que conmovió al país entero al renunciar al calvario de los tratamientos agresivos, ha emprendido el vuelo eterno. ¡Pásale, pásele, pero prepare el pañuelo, porque esta crónica sí cala hasta los huesos!

POR: “EL TUNDEMÁQUINAS” RAMÍREZ / CRÓNICA ROJA DEL DOLOR AJENO / DESDE UN MÉXICO DE LUTO CERRADO.

CIUDAD DE MÉXICO, UN MARTES GRIS QUE DUELE EN EL ALMA.— ¡Ay, nanita, mis valedores! Hoy no vengo a contarles chistes ni a traerles el mitote farandulero. Hoy vengo con el alma hecha nudo y los ojos aguados, porque hay noticias que uno nunca quisiera escribir, de esas que te hacen cuestionar al de allá arriba y decir: “¿Por qué, Dios mío? ¿Por qué a los inocentes?”.

Si ustedes, como millones de mexicanos, han estado scrolleando en el celular viendo el caos en el que estamos sumidos —que si el camionazo, que si las “buchonas” del Instagram, que si las cosas raras que la gente se traga—, seguro se toparon con una fotito chiquita, ahí en la esquina, que dolía más que cualquier otra cosa. La foto de un niño peloncito, con una sonda en la nariz pero con una mirada que, a pesar del dolor, buscaba paz. Y abajo, esa frase lapidaria que nos dejó fríos: “Murió José el niño que renunció a los qui… Ver más”.

¡Ese maldito “Ver más”! Ese click que sabíamos que nos iba a romper el corazón, pero que tuvimos que dar. Y sí, raza, la noticia es cierta. La huesuda, esa que no perdona edad ni inocencia, se llevó a nuestro Josecito.

CRÓNICA DE UNA BATALLA DESIGUAL: CUANDO EL CANGREJO ATACA A UN INOCENTE

José no era un número más en las estadísticas frías de la Secretaría de Salud. José era un chamaco de barrio, un niño que debería haber estado pateando un balón en la calle, rompiéndose las rodillas jugando a las traes, o soñando con ser astronauta. Pero el destino, que a veces es bien pinche cabrón, le tenía guardada una jugada chueca.

El diagnóstico cayó como bomba en su humilde hogar: cáncer. Esa palabra maldita que nadie quiere escuchar, mucho menos cuando se trata de un angelito que apenas empieza a vivir. Y ahí empezó el calvario.

Ustedes saben cómo es esto, mi gente. Hospitales públicos abarrotados, el olor a desinfectante barato, las batas blancas, las agujas, los tubos. Y la quimio. ¡Ah, la maldita quimioterapia! Ese veneno necesario que mata lo malo pero también te va apagando lo bueno.

José aguantó. ¡Vaya si aguantó! Como los meros machos mexicanos, se fajó los pantaloncitos y le entró a los rounds contra la enfermedad. Vimos fotos de él, cada vez más flaquito, sin su pelito, pálido como la cera, pero intentando sonreír para no preocupar a su jefecita santa, que se partía el lomo y el alma cuidándolo al pie de la cama.

LA DECISIÓN QUE CIMBRÓ A MÉXICO: “MAMÁ, YA NO QUIERO DOLOR”

Pero llegó el día. El día en que el cuerpecito de José dijo “hasta aquí”. No fue cobardía, ¡qué va! Fue el acto de valentía más grande que un ser humano puede tener.

Dicen las malas lenguas (y las buenas también), que José miró a los ojos a sus doctores y a sus padres y, con una sabiduría impropia de sus pocos años, soltó la bomba: “Ya no quiero la quimio. Me duele mucho. Quiero ir a mi casa a jugar con mis hermanitos”.

¡Trágame tierra! Imagínense el dolor de esos padres. Tener que aceptar que la cura es peor que la enfermedad. José no estaba eligiendo morir; José estaba eligiendo CÓMO VIVIR el tiempo que le quedaba. Estaba eligiendo calidad sobre cantidad. Estaba eligiendo ser niño otra vez, aunque fuera por unos días, en lugar de ser un paciente terminal conectado a máquinas que pitan.

Esa noticia se hizo viral hace unas semanas y dividió opiniones. Unos santurrones decían que había que luchar hasta el último suspiro. Pero la gran mayoría, el pueblo sabio que sabe lo que es sufrir, entendió. Entendió que a veces el amor más grande es dejar ir.

EL ÚLTIMO VUELO DEL PEQUEÑO GIGANTE

Y así fue. José se fue a su casa. Los reportes dicen que sus últimos días fueron, dentro de lo que cabe, felices. Sin piquetes, sin vómitos provocados por los químicos. Pudo comerse ese helado que tanto se le antojaba, pudo dormir en su propia cama, pudo abrazar a su perro sin miedo a las infecciones.

Pero el cáncer no tiene palabra de honor. Y esta madrugada, mientras la ciudad dormía y otros se preocupaban por tonterías, el corazoncito de José dio su último latido. Se fue tranquilo, dicen, rodeado del amor de los suyos, en los brazos de su madre, esa guerrera que ahora tiene el alma rota.

La noticia corrió como reguero de pólvora. Y por eso hoy, esa imagen de los abuelitos llorando bajo el título “TRISTEZA NACIONAL” (que ven arriba a la izquierda en la foto) cobra más sentido que nunca. Porque hoy no lloramos por un partido de fútbol perdido o por un político ratero. Hoy lloramos por José, y por todos los niños que este pinche sistema y esta maldita enfermedad nos arrebatan.

UN PAÍS DE CONTRASTES QUE DUELE

Y aquí estamos, raza. Miren nomás el collage de nuestra realidad en esa imagen. Por un lado, la frivolidad de las redes, los accidentes brutales en carretera, las cosas raras que pasan en los hospitales. Y en medio de todo ese ruido, la partida silenciosa de un héroe real.

Qué coraje da, la neta. Qué rabia se siente que haya gente mala viviendo a todo dar, mientras niños como José tienen que pasar por este infierno.

Hoy, México no está para fiestas. Hoy, el tequila se toma derecho y con un nudo en la garganta. Vuela alto, José. Ya no hay dolor, mi niño. Ya no hay batas blancas ni agujas. Allá arriba seguro ya estás jugando tu mejor partido. Y acá abajo, te prometemos que no te vamos a olvidar, pequeño gran guerrero que nos enseñó que, a veces, decir “no” es el acto de amor más grande del mundo.

¡Descansa en paz, campeón! Y que Dios le dé pronta resignación a tu familia.

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