Toca Aquí Para Ver TODA LA INFORMACION COMOLETA

👇👇👇👇👇👇👇

Estas son las señales de que está c… Ver más

Estas son las señales de que está c… Ver más

 

No fue el espejo quien habló primero.
Fue el silencio.

Ese silencio pesado que se instala cuando alguien evita mirarse de frente, cuando el reflejo deja de ser un aliado y se convierte en un juez mudo. Cada mañana, antes incluso de lavarse la cara, la imagen ya estaba ahí: la piel enrojecida, las costras marcando el contorno de la boca, las pequeñas heridas que parecían susurrar una verdad que nadie quería escuchar.

La frase se quedó incompleta, como si el resto doliera demasiado para decirse en voz alta.

Al principio fue solo una molestia. Un punto rojo. Una leve picazón que se podía ignorar con maquillaje, con prisas, con la esperanza ingenua de que desaparecería sola. Pero la piel no miente. La piel recuerda. Y la piel avisa cuando algo dentro —o fuera— no está bien.

Cada lesión alrededor de los labios contaba una historia. Una noche sin dormir. Un día de estrés acumulado. Una lágrima contenida. Una comida apresurada. Un beso evitado. No eran simples marcas: eran señales.

Señales de que algo estaba cambiando.

La nariz, justo encima del labio, mostraba heridas que parecían pequeñas batallas perdidas. El mentón, inflamado, hablaba de inflamaciones que no eran solo físicas. Y alrededor de la boca, ese lugar donde nacen las palabras y los afectos, la piel gritaba lo que la voz callaba.

Estas son las señales…
Señales de cansancio.
Señales de descuido.
Señales de un cuerpo pidiendo atención.

Cada vez que alguien preguntaba “¿te pasa algo?”, la respuesta era automática: “no, nada”. Pero el rostro respondía otra cosa. Respondía con rojeces, con heridas, con esa textura áspera que no se puede ocultar del todo, ni siquiera con la mejor luz o el mejor filtro.

Había días en los que el dolor no era físico, sino emocional. Salir a la calle implicaba bajar la mirada. Evitar sonrisas amplias. Evitar conversaciones largas. Porque cada gesto estiraba la piel, y cada estiramiento recordaba que algo no estaba bien.

El espejo del baño se convirtió en un ritual incómodo. Mirar, suspirar, tocar con cuidado, prometerse que mañana será distinto. Pero mañana llegaba… y las señales seguían ahí.

Leave a Comment