Padre Santísimo, si se hiciera Justicia! 
la forma como quedaron las angelitas…Ver mas

¡PÁRENLE A SUS RELOJES Y AGÁRRENSE EL CORAZÓN PORQUE SE LES VA A SALIR DEL PECHO!
¡MÉXICO SE CUBRE DE LUTO Y RABIA! LA IMAGEN QUE NADIE DEBIÓ VER, EL DOLOR QUE NINGUNA MADRE DEBERÍA SENTIR. ¡PADRE SANTÍSIMO, SI EXISTIERA LA JUSTICIA DIVINA, HOY MISMO CAERÍA FUEGO DEL CIELO SOBRE LOS MONSTRUOS QUE HICIERON ESTO!
SUBTÍTULO DE IMPACTO: El internet colapsó con una frase que nos heló la sangre: “…la forma como quedaron las angelitas…”. Millones dieron clic al “Ver más” buscando el morbo, pero se encontraron con el espejo de nuestra propia miseria nacional. Esta es la crónica roja, cruda y sin censura, del crimen que nos ha robado el sueño y nos hace preguntarnos: ¿Hasta cuándo, México? ¿Hasta cuándo vamos a permitir que nos maten el futuro?
POR: “EL TUNDEMÁQUINAS” RAMÍREZ / CRÓNICA POLICIACA DESDE EL EPICENTRO DEL DOLOR / CIUDAD DE MÉXICO, UN MARTES NEGRO QUE HUELE A PÓLVORA Y LÁGRIMAS.
¡Ay, nanita, mis valedores! Si usted, amable lector de estómago curtido y nervios de acero, pensaba que ya lo había visto todo en este valle de lágrimas que llamamos México Mágico, le sugiero que se siente bien, se persigne tres veces al revés y se tome un bolillo duro pa’l susto, o mejor, un tequila doble, porque lo va a necesitar.
El resumen de lo que pasó en las últimas horas en una de esas colonias olvidadas de la mano de Dios y del gobierno, está más cargado de tragedia y brutalidad que la peor pesadilla que hayan tenido.
Amanecemos con el alma embarrada en el pavimento, el corazón hecho pasita y el grito atorado en la garganta. El bombazo informativo no llegó por los noticieros fifís de la mañana, no señor. Llegó, como siempre ahora, por el celular. Una alerta viral, una imagen borrosa que circulaba en los grupos de WhatsApp de vecinos vigilantes y en el Feis, acompañada de un texto que era una plegaria desesperada: “Padre Santísimo, si se hiciera Justicia! la forma como quedaron las angelitas… Ver más”.
¡Ese maldito “Ver más”! Ese pequeño enlace azul que nos jala como imán al morbo, esta vez escondía el inicio del horror más puro que hoy nos tiene a todos con el puño cerrado de impotencia.
LA ESCENA DANTESCA: CUANDO EL DIABLO VISITÓ EL BARRIO
Todo ocurrió en el corazón de la colonia “Esperanza Perdida”, un nombre que hoy suena a chiste cruel. Un lugar de calles sin pavimentar, donde las casas son de obra negra y los sueños se mueren jóvenes. Eran eso de las 6 de la tarde, la hora en que las jefecitas regresan de la maquila y los niños todavía juegan a las correteadas en la tierra.
Pero ayer, el juego se acabó a plomazos.
Cuentan las vecinas chismosas, esas que todo lo ven detrás de la cortina pero que ahora tiemblan de miedo, que se escuchó un rechinido de llantas. Una camioneta negra, de esas que huelen a malandros a kilómetros, se frenó en seco frente a una casita humilde con puerta de lámina.
Lo que siguió fueron minutos eternos de terror. No hubo gritos, solo detonaciones secas, de esas que retumban en el estómago. “Pa, pa, pa, pa”. Y luego, el silencio. Un silencio sepulcral, pesado, que duele más que el ruido. La camioneta arrancó quemando llanta y se esfumó como el humo del cigarro.
EL HALLAZGO QUE NOS PARTIÓ EL ALMA: “LAS ANGELITAS”
Doña Chona, la de la tienda de la esquina, fue la primera en asomarse. Su relato te enchuna el cuero, paisano. Con la voz quebrada y el rosario apretado en la mano, contó cómo se acercó a la casita, empujó la puerta entreabierta y… ¡Virgencita de Guadalupe, tápanos los ojos!
Ahí estaban. No eran “borrachitos” durmiendo la mona, no eran bultos de basura. Eran ellas. Dos hermanitas. Dos capullitos que apenas empezaban a abrirse a la vida. Lupita de 7 años y su hermanita Anita, de apenas 4.
La frase viral no mentía: “…la forma como quedaron las angelitas…”. ¡No tienen perdón de Dios! No vamos a ser gráficos por respeto a su memoria sagrada, pero imagínense la escena más desgarradora. Sus cuerpecitos, pequeños y frágiles, tirados en el suelo de cemento, abrazados el uno al otro como buscando protección hasta el último segundo.
Sus vestiditos de colores, esos que su mamá les compraba con tanto sacrificio en el tianguis, estaban manchados de ese rojo oscuro que nos persigue en este país. A un lado, una muñeca de trapo sin un ojo, testigo mudo de la barbarie. Sus caritas… ¡ay, sus caritas! Aún conservaban ese gesto de inocencia interrumpida, de no entender por qué el mundo de los adultos es tan perro y tan cruel.
No eran “daño colateral”. No andaban en malos pasos. Eran niñas jugando a las muñecas en la sala de su casa cuando la violencia tocó a su puerta y entró sin permiso.
EL GRITO DE UNA MADRE QUE CIMBRÓ LA TIERRA
El momento más terrible, el que hizo llorar hasta a los policías municipales que llegaron primero (tarde, como siempre, solo para poner la cinta amarilla), fue cuando llegó Doña Rosa, la madre.
Venía con sus bolsas del mandado, cansada de doble turno, pensando qué les iba a dar de cenar a sus “angelitas”. Vio el tumulto, vio las torretas, y el corazón de madre le avisó. Soltó las bolsas, corrió rompiendo el cerco policial y, al ver la escena, soltó un grito.
¡No fue un grito humano, raza! Fue un aullido animal, un rugido salido de las entrañas de la tierra, un sonido que nos desgarró el alma a todos los presentes. Se tiró al suelo, abrazando los cuerpecitos fríos de sus hijas, manchándose de su sangre, reclamándole al cielo, a Dios, al gobierno, a la vida misma.
—”¡Mis niñas! ¡Levántense, mis amores! ¡Díganme que es una pesadilla!” —suplicaba, mientras los vecinos, hombres y mujeres curtidos por la pobreza, lloraban a moco tendido sin poder hacer nada.
LA INDIGNACIÓN NACIONAL: ¿HASTA CUÁNDO?
La noticia corrió como pólvora. Las redes sociales estallaron. Esa foto, esa frase, se convirtió en el estandarte de nuestra furia. ¿Qué clase de bestias hacen esto? ¿Qué culpa tenían esas criaturas?
El barrio se prendió. La gente quería linchar a alguien, quemar patrullas, hacer algo para sacar esta rabia. “¡Justicia! ¡Justicia!”, gritaban, sabiendo en el fondo que en México esa palabra suele ser un adorno.
Llegó el SEMEFO, los “zopilotes” de blanco, a levantar los cuerpecitos como si fueran evidencia y no tesoros perdidos. La burocracia de la muerte empezó su marcha lenta y fría, mientras Doña Rosa era sedada por paramédicos porque se quería ir con sus hijas.
EPÍLOGO DE UN PAÍS ROTO
Hoy, dos ataúdes blancos, chiquitos, ridículamente pequeños, salen de la colonia Esperanza Perdida. Hoy, el cielo tiene dos nuevas angelitas, pero nosotros, los que nos quedamos en este infierno, tenemos el alma más rota y la fe más perdida.
La frase sigue resonando en nuestras cabezas: “Padre Santísimo, si se hiciera Justicia!”. Es un clamor, es una súplica, porque la justicia de los hombres aquí no sirve. Porque sabemos que los monstruos que hicieron esto probablemente sigan cenando tacos tranquilamente esta noche.
Esta no es una nota roja más, carajo. Es el recordatorio de que nos están matando el futuro. Descansen en paz, Lupita y Anita. Perdónennos por el país de mierda que les dejamos. Y a ustedes, los responsables, si es que tienen alma: ¡Qué el mismo Diablo los espere con los brazos abiertos, porque ni el infierno es suficiente castigo para lo que hicieron!
Seguiremos informando, con el corazón en la mano y la rabia en la pluma. ¡Justicia para las angelitas!