#Lamentable || ENCUENTRAN SEÑORITA FALLECID4 EN… Ver más

¡EL DIABLO ANDA SUELTO Y CON HUELLAS DE BESTIA! MACABRO HALLAZGO CIMBRA LOS CIMIENTOS DE LA CIUDAD: ENCUENTRAN A UN “ÁNGEL” ARREBATADO DE LA VIDA EN UN LOTE BALDÍO. ¡LA HUESUDA NO TIENE MADRE!
SUBTÍTULO DE IMPACTO: El horror tiene rostro de mujer joven y huele a la más podrida impunidad. Un pepenador, buscando el pan de cada día, descubrió la dantesca escena entre escombros, basura y el olvido de la periferia. No hay identificaciones, solo un cuerpo inerte que grita justicia en un silencio sepulcral. La Fiscalía se topa con pared mientras el miedo se apodera de los vecinos que ya no quieren ni salir por las tortillas. ¿Quién es esta “Jane Doe” mexicana víctima de la más cruda bestialidad? Aquí le contamos los detalles que le helarán la sangre.
POR: “EL TUNDEMÁQUINAS” RAMÍREZ / CRÓNICA ROJA DESDE EL ASFALTO / CIUDAD DE MÉXICO, UN AMANECER ROJO SANGRE.
¡Ay, nanita, mis valedores! Agárrense de donde puedan y si tienen un bolillo pa’l susto, váyanle dando una mordida, porque la noticia con la que amanecemos hoy está para cortarse las venas con galleta de animalitos. El chamuco se soltó el chongo otra vez en nuestra amada y sufrida selva de asfalto, y esta vez, la víctima es una de esas que duelen hasta el tuétano: una jovencita, una señorita que apenas empezaba a vivir y a la que le apagaron la luz de la forma más ruin y cobarde.
Ese titular que vieron en redes, ese “#Lamentable” que circuló en la mañana, se queda corto, raza. Se queda muy corto para describir el nudo en la garganta que se siente al estar en la escena del crimen.
EL HALLAZGO: CUANDO BUSCAS COBRE Y ENCUENTRAS LA MUERTE
Todo comenzó cuando el sol apenas pintaba de gris el cielo, en esa hora bruja donde los borrachos ya se durmieron y los chambeadores apenas se levantan. En los límites de la colonia “Esperanza Perdida” –qué ironía de nombre, me cae–, allá donde el pavimento se acaba y empieza la terracería y el monte, andaba Don Gregorio, un señorón de 65 años que se gana la vida pepenando lo que otros tiran.
Don Goyo, con su costal al hombro y su varita con punta de fierro, andaba removiendo escombros en un lote baldío que sirve de basurero clandestino, justo detrás de unas bodegas abandonadas. “Yo andaba buscando latas, joven, fierro viejo, algo pa’ sacar pal’ taco”, nos contó después, temblando como gelatina y con los ojos desorbitados, con esa mirada de quien ha visto al mismísimo demonio a los ojos.
Entre llantas viejas, cascajo y bolsas negras de basura, Don Goyo vio algo que le pareció un maniquí. Un bulto extraño, medio cubierto con una lona azul desteñida. “Pensé: ‘mira, alguien tiró una muñeca de esas de tienda’. Me acerqué pa’ ver si la ropa servía pa’ trapos”, relató el hombre, persignándose a cada rato.
Pero al levantar la esquina de la lona, el alma se le fue a los pies. No era plástico, valedores. Era piel. Piel fría, pálida, cerosa. Era el brazo inerte de una mujer.
El grito que pegó Don Goyo alertó hasta a los perros callejeros que dormían a tres cuadras. Salió corriendo, tropezándose con sus propios pies, hasta llegar a la primera tienda abierta para pedir que llamaran a “la tira”.
LLEGAN LAS TORRETAS: EL CIRCO DEL HORROR
En cuestión de minutos, el silencio de la mañana se rompió con el aullido de las sirenas. Esas luces rojas y azules, que en la madrugada parecen presagio de tragedia, iluminaron el camino de terracería. Llegó la primera patrulla, esa que se ve en la fotito que circuló en redes, una unidad de la Policía Municipal con dos elementos que, la neta, se veían más verdes que un billete de 200 para lidiar con este paquete.
Confirmaron el “positivo”. Ahí estaba ella. Una señorita, calculan que de entre 18 y 23 años, tirada boca abajo, como si la hubieran arrojado desde un vehículo en movimiento como si fuera un bulto de basura más.
Rápido, sacaron la cinta amarilla, esa que dice “PROHIBIDO EL PASO”, y acordonaron un perímetro de tres cuadras, como si eso pudiera contener el horror o evitar que el chisme corriera como pólvora.
¿QUIÉN ERA ELLA? EL MISTERIO DE LA “ÁNGEL” CAÍDA
Aquí viene lo más triste, familia. La víctima no traía bolsa, ni cartera, ni celular. Nada. Ni una credencial de elector que nos dijera cómo se llamaba, dónde vivía, quién la está esperando en casa con el Jesús en la boca.
Era una muchacha menudita, de cabello largo y oscuro. Vestía unos jeans de mezclilla azul claro, una blusa negra de tirantes y unos tenis blancos que ya estaban manchados de lodo y… de sangre. Sí, señores, hay que decirlo con todas sus letras: había sangre.
Los primeros reportes de los peritos, esos “hombres de blanco” que llegan a recoger lo que la violencia deja, indican que la joven presentaba “evidentes huellas de violencia”. No vamos a ser gráficos por respeto a la familia que aún no sabe que la perdió, pero la saña con la que la trataron no tiene nombre. Golpes, marcas en el cuello… todo apunta a que luchó por su vida hasta el último aliento. Parece que la mataron en otro lado y fueron a tirarla ahí, en ese rincón olvidado de Dios, al amparo de la oscuridad.
¿Venía de una fiesta? ¿Salió de trabajar tarde? ¿La levantaron cuando iba a la escuela? Nadie sabe. Es, por ahora, una “N.N.” (Ninguna Nombre), una estadística más en este país que se nos desangra.
EL BARRIO TIEMBLA Y EXIGE JUSTICIA
Mientras los del Semefo (Servicio Médico Forense) hacían su macabra labor de levantar el cuerpo para llevarlo a la morgue, los vecinos empezaron a salir de sus casas, atraídos por las luces y el morbo.
El ambiente se cortaba con cuchillo. Las señoras se tapaban la boca, horrorizadas. Los hombres apretaban los puños. “¡Ya no se puede vivir así!”, gritaba Doña Rosa, líder de la colonia. “¡Aquí vienen a tirar de todo, muertos, perros, basura, y la patrulla nunca pasa cuando se le necesita, nomás vienen a recoger los platos rotos!”.
El miedo se palpaba en el aire. Las madres abrazaban más fuerte a sus hijas pequeñas. La pregunta rondaba en la cabeza de todos: ¿Quién fue el animal que hizo esto? ¿Anda suelto? ¿Vive entre nosotros?
La Fiscalía General de Justicia del Estado ya abrió una carpeta de investigación, dicen que por el delito de feminicidio, ese cáncer que nos está comiendo vivos. Prometen, como siempre, que “llegarán hasta las últimas consecuencias” y que “no habrá impunidad”. Pero la raza ya se la sabe, esas promesas muchas veces se las lleva el viento.
UN LLAMADO A LA CONCIENCIA (Y A LA AUTORIDAD)
Esto no es una nota roja más, valedores. Esto es un grito desesperado. Hoy, en alguna casa de nuestra ciudad, hay una madre preocupada porque su hija no llegó a dormir. Hay un padre marcando un celular que manda a buzón. Hay unos hermanos preguntando por qué su hermana no contesta los mensajes.
Y mientras tanto, en una plancha fría del forense, yace una “señorita fallecida”, como decía fríamente el reporte inicial. Una vida truncada, sueños rotos, un futuro cancelado por la violencia machista y brutal.
Desde esta trinchera periodística, le exigimos a las autoridades que se pongan las pilas. Que no sea un carpetazo más. Que usen las cámaras de seguridad (si es que sirven), que busquen testigos, que trabajen desquitando el sueldo. Y a ustedes, mis lectores, si saben algo, si vieron algo raro anoche por esa zona, si conocen a alguien que no llegó a casa con esas características, ¡hablen! No se queden callados. El silencio es cómplice.
Hoy nos duele el alma. Hoy la ciudad está de luto. Descansa en paz, pequeña desconocida. Ojalá que tu muerte no sea en vano y que la justicia divina, y la terrenal, alcance a las bestias que te hicieron esto.
Seguiremos informando, aunque se nos parta el corazón en cada tecla. ¡Cuídense mucho, y cuiden a las suyas, que la calle está que arde!