Hombre despierta ciego por hacer algo que hacemos a diario…Ver más

¡PÁRENLE A SUS PRENSAS Y AGÁRRENSE DEL ASIENTO! ¡ESTO NO ES UNA PELÍCULA DE TERROR, ES LA PURA Y CRUDA REALIDAD QUE TE PUEDE PASAR A TI ESTA MISMA NOCHE!
TÍTULO: ¡HORROR AL AMANECER! ¡HOMBRE JOVEN DESPIERTA EN LAS TINIEBLAS TOTALES POR UN “PECADITO” DIARIO QUE TÚ TAMBIÉN COMETES! LA TRÁGICA HISTORIA QUE TIENE A TODO MÉXICO CON EL JESÚS EN LA BOCA Y LOS OJOS BIEN PELONES.
SUBTÍTULO: Lo que parecía una simple noche de cansancio extremo se convirtió en la peor pesadilla de Roberto. Un acto tan común, tan “inocente”, que millones de mexicanos hacen sin pensar antes de caer en brazos de Morfeo, le costó la luz de sus ojos. ¿Qué fue lo que hizo? ¿Eres tú la próxima víctima de la desidia? ¡Pásale, pásele y entérate del drama médico que está sacudiendo las redes y llenando de pánico las salas de urgencias!
POR: EL TUNDEMÁQUINAS RAMÍREZ / CRÓNICA ROJA Y SUCESOS DE IMPACTO / CIUDAD DE MÉXICO, UN LUNES NEGRO.
¡Ay, nanita, mis valedores! Si usted, amable lector de nervios de acero y estómago de trailero, pensaba que ya lo había visto todo en este valle de lágrimas que llamamos vida cotidiana, le sugiero que se siente bien, se persigne tres veces al revés y se tome un bolillo duro pal’ susto, porque la historia que le traemos hoy está más cardiaca que final de telenovela en domingo.
Esta no es una nota roja de balazos y persecuciones, ¡no señor! Esta es la crónica de una tragedia silenciosa, de un asesino invisible que se metió hasta la recámara de un joven lleno de vida y le apagó el switch para siempre. ¿Y saben qué es lo más gacho del asunto? Que el arma homicida no fue una pistola, ni un cuchillo cebollero… fue la pura y maldita FLOJERA.
El titular que se viralizó en redes sociales no mentía, y nos dejó a todos con el alma en un hilo al darle clic a ese maldito “Ver más”: “Hombre despierta ciego por hacer algo que hacemos a diario…”.
¿Cuántas veces no te ha pasado, mi estimado? Llegas de la chamba, molido, con el cuerpo pidiendo esquina y el cerebro frito. Lo único que quieres es aventarte a la cama como costal de papas. Y ahí es donde el chamuco te susurra al oído: “Ya duérmete así, no pasa nada, mañana te los quitas”. ¡Grave error, cabrones! ¡Gravísimo error que a nuestro protagonista le salió carísimo!
EL PROTAGONISTA DE LA DESGRACIA: UN CHAVO COMO TÚ Y COMO YO
Conozcan a Roberto “Beto” Mondragón, un diseñador gráfico de 28 años, de esos que se la viven pegados a la pantalla, partiéndose el lomo en una agencia de publicidad en la colonia Roma. Beto era un tipo normal, alegre, fiestero los fines de semana y chambeador entre semana. Su única bronca: era miope como un topo desde chavito.
Por vanidad, o por comodidad —porque la neta, los lentes de fondo de botella están cañones—, Beto usaba lentes de contacto desde la prepa. Eran sus mejores amigos. Con ellos veía el mundo en alta definición. Pero esa amistad tenía reglas, reglas que Beto rompió una noche fatídica de viernes.
LA NOCHE DEL “NO PASA NADA”
Era viernes de quincena, pero también viernes de cierre de proyectos. Beto salió de la oficina a las 11 de la noche, con los ojos rojos de tanto estar frente al monitor y el cuerpo pidiendo a gritos una cama.
Cuentan sus roomies que llegó al departamento arrastrando los pies. Se tomó una chela rápida, calentó una pizza fría y se dirigió a su cuarto. Estaba tan, pero tan cansado, que la simple idea de ir al baño, lavarse las manos meticulosamente, sacar el estuche, el líquido, y hacer la maniobra de quitarse los pupilentes le pareció una misión imposible digna de Tom Cruise.
“Mañana tempranito me los quito y los lavo”, pensó Beto, mientras su cabeza tocaba la almohada. ¡Pobre iluso! No sabía que estaba firmando su sentencia a la oscuridad eterna. Se quedó dormido con los lentes puestos. Algo que, admitámoslo raza, muchos hemos hecho alguna vez después de la fiesta.
EL DESPERTAR DEL INFIERNO: VIDRIOS MOLIDOS EN LOS OJOS
El sábado amaneció soleado en la CDMX, pero para Beto, el sol nunca salió.
Su despertar no fue con el canto de los pajaritos. Fue con un grito desgarrador que despertó a todo el edificio. Eran las 7:00 AM cuando el dolor lo sacó del sueño profundo.
No era una simple lagaña, ni una basurita. Beto describió después, entre sollozos que partían el alma, que sentía como si alguien le hubiera echado ácido directo en los globos oculares, o como si tuviera puños de vidrios molidos restregándose bajo sus párpados.
El pánico se apoderó de él. Con las manos temblorosas, intentó abrir los ojos. ¡Y NADA! ¡Absolutamente nada! Solo una mancha grisácea y borrosa, acompañada de un dolor punzante, insoportable, que le taladraba el cerebro.
“¡No veo! ¡Wey, no veo ni madres!”, gritaba mientras se tropezaba con los muebles intentando llegar al baño. Sus roomies lo encontraron tirado en el pasillo, con las manos en la cara, llorando lágrimas que le quemaban las mejillas.
Los ojos de Beto no eran ojos. Eran dos bolas rojas, inyectadas de sangre, hinchadas como tomates a punto de reventar. La córnea, esa ventanita transparente del ojo, estaba blanca, opaca, como si tuviera una nube encima.
LA CARRERA CONTRA EL TIEMPO EN URGENCIAS
Se lo llevaron volando al Hospital de la Ceguera, saltándose semáforos. Beto iba en el asiento de atrás, gimiendo de dolor, rogándole a Diosito y a todos los santos que fuera solo una infección pasajera.
Pero cuando el oftalmólogo de guardia lo revisó, la cara del doctor se puso más pálida que la de un muerto. Lo que vio a través del microscopio lo dejó helado.
El diagnóstico cayó como balde de agua fría con hielos: Queratitis severa por Acanthamoeba y úlcera corneal bacteriana fulminante.
¿Qué es eso en español? ¡Ahí les va la explicación que les va a quitar el sueño!
Al dormirse con los lentes de contacto puestos, Beto creó el caldo de cultivo perfecto para el desastre. El lente impide que el oxígeno llegue al ojo. La córnea se sofoca, se debilita. Y ahí es donde entran los villanos de esta historia.
La Acanthamoeba es un parásito microscópico, una ameba asesina que vive en el agua (sí, ¡hasta en el agua de la llave!). Como Beto no tenía una higiene perfecta, esa ameba se coló entre el lente y su ojo. Durante esas 8 horas de sueño, la ameba estuvo de fiesta, alimentándose literalmente de la córnea de Beto, devorando el tejido como si fuera un buffet libre.
¡Y no venía sola! Bacterias oportunistas se unieron al festín, creando una infección tan agresiva que en cuestión de horas había derretido la superficie del ojo.
LAS CONSECUENCIAS IRREVERSIBLES: UN PRECIO MUY ALTO POR LA HUEVA
Los doctores intentaron de todo. Gotas cada hora, medicamentos intravenosos, raspados corneales. Fue una semana de tortura china para Beto en el hospital. El dolor era tan intenso que tenían que mantenerlo sedado.
Pero el daño estaba hecho. La ameba y las bacterias habían cavado demasiado profundo. La infección dejó cicatrices permanentes, densas y opacas justo en el centro de su visión.
El veredicto final fue devastador: Ceguera legal en ambos ojos. Su visión quedó reducida a distinguir apenas bultos y sombras, como si viera a través de un vidrio esmerilado y sucio.
El trasplante de córnea es su única esperanza, pero la lista de espera es larga y, con la infección tan reciente, el riesgo de rechazo es altísimo. Su carrera como diseñador gráfico se fue al caño en una sola noche. Su independencia, sus sueños, todo cambió por no gastar cinco minutos en quitarse los pupilentes.
¡AGUAS, RAZA! LA ADVERTENCIA FINAL
Esta historia, mis valedores, no es para espantarlos nomás porque sí (bueno, un poquito sí). Es un llamado urgente a la conciencia.
Ese “pequeño” acto de desidia, ese “me los dejo puestos porque qué hueva quitármelos”, o peor aún, el clásico “los enjuago con agüita de la llave y vámonos”, son boletos directos a la tragedia.
Los ojos no son juguetes, carajo. Son la ventana al mundo. No vale la pena arriesgar la vista por una noche de flojera.
Si usas lentes de contacto, grábate esto a fuego en la cabeza:
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¡NUNCA DUERMAS CON ELLOS! Ni siesta de 20 minutos, ni noche completa. ¡NUNCA!
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¡Agua de la llave es VENENO para tus lentes! Esa ameba asesina vive ahí. Usa solo líquido especial.
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Lávate las manos como cirujano antes de tocarte los ojos.
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Si sientes molestias, ¡quítatelos de volada y corre al doctor! No le juegues al valiente.
Beto aprendió la lección de la forma más cruel posible. Hoy, él vive en las sombras, pagando el precio de algo que “hacemos a diario”. No seas el siguiente protagonista de nuestra crónica roja. ¡Cuida tus ojos, mi buen, que no hay repuestos en la farmacia de la esquina!