
H0RR0R. Encuentran a est0s jóvenes sin v… Ver más

¡PÁRENLE A SUS RELOJES Y AGÁRRENSE DEL ASIENTO PORQUE LO QUE ESTAMOS A PUNTO DE NARRARLES LES VA A HELAR LA SANGRE EN LAS VENAS! ¡ESTO NO ES UNA PELÍCULA DE TERROR, ES LA PURA Y CRUDA REALIDAD QUE NOS GOLPEA OTRA VEZ EN LA CARA!
TÍTULO PRINCIPAL: ¡EL INFIERNO EN LA TIERRA! ¡SE CONFIRMA LA PEOR PESADILLA PARA SEIS FAMILIAS MEXICANAS! APARECEN SIN VIDA LOS JÓVENES DE LA FOTO VIRAL QUE MANTUVO AL PAÍS CON EL JESÚS EN LA BOCA. ¡FUERON EJECUTADOS CON UNA SAÑA INIMAGINABLE!
SUBTÍTULO DE IMPACTO: La imagen que circuló en redes sociales con la esperanza de encontrarlos con bien se ha convertido hoy en el epitafio de una generación perdida. El “H0RR0R” que rezaba el titular se quedó corto. Lo que las autoridades hallaron en un paraje olvidado por Dios supera cualquier ficción macabra. Esta es la crónica de una tragedia anunciada que vuelve a teñir de rojo el suelo nacional.
POR: EL TUNDEMÁQUINAS RAMÍREZ / CRÓNICA ROJA DESDE EL LUGAR DE LOS HECHOS
CIUDAD DE LA FURIA (REDACCIÓN).– ¡Ay, nanita! Si usted, amable lector de estómago curtido y nervios de acero, pensaba que ya lo había visto todo en este México nuestro, tan lindo y tan herido, permítame decirle que está muy equivocado. La noticia que nos sacudió esta madrugada nos ha dejado a todos con el alma en un hilo y una rabia atorada en el gaznate que nomás no pasa.
La historia comenzó como muchas otras en este país donde la gente parece esfumarse como humo. Una imagen granulada, seis rostros jóvenes (ahora censurados por respeto al dolor ajeno, pero que todos vimos en su momento), seis chavos llenos de vida, con sus playeras casuales, sus tenis de moda, mirando a la cámara sin saber que el destino ya les tenía marcada la hora. La foto venía acompañada de un texto que nos ponía la piel de gallina: “H0RR0R. Encuentran a est0s jóvenes sin v… Ver más”. Ese maldito “Ver más” que nos dejaba con la incertidumbre taladrando el cerebro.
Hoy, ese “Ver más” se ha convertido en la confirmación de una masacre.
EL INICIO DEL CALVARIO: UNA NOCHE DE FIESTA QUE TERMINÓ EN EL AVERNO
Remontémonos al pasado viernes. Estos seis compas, amigos desde la infancia, “uña y mugre” como dicen en el barrio, decidieron salir a dar el rol. Eran muchachos sanos, dicen los vecinos. De esos que saludaban al pasar, que estudiaban o chambeaban para ayudar en la casa. Sus nombres (que hoy retumban en los gritos de sus madres) eran sinónimo de futuro.
Se dirigían, según los primeros reportes que corrieron como pólvora en los grupos de WhatsApp, a una feria regional en un municipio vecino. Iban en dos vehículos compactos, echando relajo, con la música a todo volumen, pensando en las morritas que iban a conocer y las chelas que se iban a tomar. ¡Pobres ilusos! No sabían que el chamuco andaba suelto esa noche en la carretera.
La última comunicación fue un mensaje de texto a las 11:30 PM: “Ya casi llegamos, jefa, no te preocupes”. Después de eso… el silencio. Un silencio espeso, negro, aterrador, que se instaló en seis hogares y que con el paso de las horas se transformó en pánico puro.
LA BÚSQUEDA DESESPERADA: GRITOS EN EL DESIERTO
El sábado amaneció con seis madres con el corazón estrujado. Las llamadas mandaban directo a buzón. Los mensajes de WhatsApp se quedaban con una sola palomita gris. Ahí empezó el peregrinar que nadie quiere vivir.
Las familias se volcaron a las calles. Imprimieron esa foto, esa misma que usted vio en su celular, y tapizaron postes, paredes y redes sociales. “¡AYÚDANOS A ENCONTRARLOS!”, gritaban los carteles. La sociedad, siempre solidaria en la desgracia, compartió la imagen millones de veces. Se organizaron brigadas de búsqueda. Padres de familia con palas y picos, peinando cerros y brechas bajo el sol inclemente, buscando pistas, un zapato, una gorra, ¡algo!
Mientras tanto, en las fiscalías, la burocracia de siempre. “Tienen que esperar 72 horas”, les decían los MPs con esa frialdad que caracteriza a quien ya ha visto demasiados muertos. Pero el instinto de madre no sabe de plazos legales. Ellas sabían que algo andaba muy, pero muy mal. Se hablaba de un “levantón”, de un comando armado que los interceptó en un retén falso. Los rumores eran víboras venenosas que mordían la poca esperanza que quedaba.
EL MACABRO HALLAZGO: CUANDO LA REALIDAD SUPERA AL INFIERNO
Y entonces llegó la llamada. Esa llamada que nadie quiere recibir.
Fue un campesino, un hombre de campo que iba a revisar sus tierras en un paraje desolado conocido como “La Barranca del Diablo”, quien dio el aviso. El olor lo alertó primero. Un hedor dulzón y penetrante que atraía a los zopilotes que ya empezaban a hacer su danza macabra en el cielo.
Al acercarse, el hombre vio algo que le quitará el sueño por el resto de sus días. “¡Virgencita de Guadalupe, ampáranos!”, dicen que gritó antes de salir corriendo a buscar señal para llamar a la tira.
Ahí estaban. Los seis.
Ya no eran los muchachos sonrientes de la foto. Lo que los peritos forenses encontraron fue una escena dantesca, una carnicería propia de bestias, no de humanos. Los detalles son tan gráficos, tan crudos, que por respeto a las familias nos los vamos a reservar, pero baste decir que la saña con la que fueron ultimados demuestra que en este país hay gente que no tiene alma.
Estaban maniatados, con evidentes huellas de tortura. Fueron ejecutados con el tiro de gracia, el sello inconfundible del crimen organizado que sigue siendo amo y señor de vastas regiones del territorio nacional. Sus cuerpos fueron apilados como si fueran basura, dejados ahí para mandar un mensaje. ¿Qué mensaje? ¿Y para quién? Eso es lo que ahora las autoridades, que llegaron tarde y mal como siempre, tendrán que investigar.
LA CONFIRMACIÓN DEL HORROR: MÉXICO LLORA SANGRE
La noticia corrió más rápido que la luz. Los peritos trabajaron durante horas acordonando la zona, levantando evidencias entre el llanto de los familiares que llegaron al lugar, rompiendo los cercos policiales, queriendo ver con sus propios ojos que no fuera cierto, que fuera una pesadilla.
El momento de la identificación fue desgarrador. Gritos que parecían aullidos de dolor animal rompieron la tarde cuando un padre reconoció un tatuaje en el brazo de uno de los cuerpos. “¡ES MI HIJO! ¡MALDITOS, ME LO MATARON!”, rugió el hombre, cayendo de rodillas al suelo polvoriento.
La imagen viral, aquella que pedía ayuda, ahora se compartía con moños negros. El “H0RR0R” del titular se había materializado. Se confirmó lo que todos temían al leer ese “Encuentran a est0s jóvenes sin v…”. Estaban sin vida. Sin futuro. Sin nada.
¿Y AHORA QUÉ? LA IMPUNIDAD COMO COSTUMBRE
Hoy, seis casas están de luto. Hoy, seis ataúdes se preparan para recibir a quienes deberían estar en la escuela o en el trabajo, no bajo tierra. La indignación es nacional. Las redes sociales hierven pidiendo justicia. “¡Ni uno más!”, “¡El Estado no nos cuida!”, “¡Queremos a los culpables!”.
Pero seamos netos, mis valedores. En este país donde la justicia es una palabra hueca que se vende al mejor postor, el miedo es que estos seis nombres pasen a engrosar la interminable lista de estadísticas. Que en una semana, otro horror nuevo tape a este horror viejo.
¿Qué pasó realmente esa noche en la carretera? ¿Se equivocaron de víctimas? ¿Vieron algo que no debían? ¿O simplemente fueron presa de la violencia ciega que nos azota? Las preguntas se amontonan, y las respuestas, como siempre, escasean.
Mientras tanto, usted y yo, que vimos esa foto y sentimos un hueco en el estómago, hoy tenemos que tragarnos esa bilis y seguir adelante, persignándonos antes de salir a la calle, y rogando porque la próxima foto viral no sea la de uno de los nuestros.
Esta es la crónica de un país herido, donde ser joven parece ser un deporte de alto riesgo. Descansen en paz, muchachos. Y que Dios nos agarre confesados a los que nos quedamos en este infierno.
Seguiremos informando, si es que el coraje y la tristeza nos lo permiten.