Abandono que duele: el olvido de esta señora enferma en la carret…Ver más

¡PÁRENLE A SUS RELOJES Y AGÁRRENSE EL CORAZÓN PORQUE SE LES VA A SALIR DEL PECHO! ¡ESTO NO ES UNA PELÍCULA DE TERROR, ES LA PURA Y CRUDA REALIDAD MEXICANA QUE NOS GOLPEA EN LA MERA JETA!
TÍTULO PRINCIPAL: ¡MÉXICO LLORA SANGRE! EL INFIERNO TIENE CARRETERA: TIRAN A UNA ABUELITA ENFERMA COMO SI FUERA BASURA EN MEDIO DE LA NADA. ¡QUÉ POCA MADRE! LA IMAGEN QUE NOS PARTE EL ALMA Y NOS HACE PREGUNTARNOS: ¿EN QUÉ NOS HEMOS CONVERTIDO?
SUBTÍTULO DE IMPACTO: El abandono que duele hasta los huesos. Mientras la ciudad dormía, unos “hijos del averno” decidieron deshacerse de su propia sangre dejándola a su suerte en el acotamiento, a merced del frío, los coyotes y los tráilers asesinos. Pero el destino tenía un giro inesperado: dos “ángeles de acero” en motocicletas fueron la única luz en la noche más oscura de esta madrecita.
POR: EL TUNDEMÁQUINAS RAMÍREZ / CRÓNICA ROJA DESDE EL ASFALTO CALIENTE
CIUDAD DE LA FURIA (Y DEL OLVIDO).– ¡Ay, nanita! Si usted, mi estimado lector de nervios de acero y estómago de trailero, pensaba que ya lo había visto todo en esta selva de concreto y miseria, déjeme decirle que se equivoca. La historia que les traemos hoy, calientita y dolorosa, es de esas que te hacen perder la fe en la humanidad, para luego recuperarla un poquito, casi de milagro.
Prepárense, siéntense bien y tómense un bolillo pal’ susto, porque esto está más gacho que pegarle a Dios en Viernes Santo.
La imagen que encabeza esta nota, y que ya está dando la vuelta al “feis” y al “tuiter” causando un incendio de indignación, no necesita filtros ni ediciones. Es el retrato vivo de la decadencia moral. Es la prueba de que el diablo a veces no trae cuernos, sino que maneja el coche familiar y decide que la abuela “ya estorba”.
CRÓNICA DE UNA NOCHE DE PERROS
Todo ocurrió en la madrugada de este [Insertar Día], en ese tramo de carretera federal que Dios olvidó alumbrar, allá por donde el viento silba canciones de miedo y las luces de la ciudad se ven lejos, muy lejos.
Imagínense la escena, raza: oscuridad total, el frío calando los huesos, y el rugido ocasional de los camiones de carga pasando a madres, sin ver lo que hay en la orilla. En ese escenario dantesco, alguien, un ser (porque humano no se le puede llamar) sin tantita madre, detuvo su vehículo. No fue para cambiar una llanta. Fue para “tirar la carga”.
Y la carga era una señora. Una abuelita. Una jefecita de esas de cabello blanco como la nieve, con la piel surcada por los años de trabajo y sacrificio. Una mujer que, muy probablemente, limpió las colas de los mismos desgraciados que anoche la dejaron ahí, envuelta en unas cobijas viejas, como quien deja un perro atropellado.
¡Chale, me cae! Se me nuda la garganta de nomás escribirlo. ¿Qué pasa por la cabeza de alguien para hacer eso? ¿En qué momento el corazón se te pudre tanto? La dejaron ahí, indefensa, enferma, quizás confundida, sin saber si era de día o de noche, esperando a que la “Huesuda” pasara por ella o que algún cafre del volante se la llevara de corbata.
LA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL: LOS JINETES DEL ASFALTO
Pero dicen que Dios aprieta pero no ahorca, o que el karma a veces manda emisarios inesperados.
Cuando la esperanza ya se había petateado, el rugido de dos motores rompió el silencio de la noche. Eran dos “bikers”, dos carnales de esos que la gente luego juzga por sus chamarras de cuero y sus motos ruidosas, pero que demostraron tener los pantalones bien puestos y un corazón que no les cabe en el pecho.
Ellos mismos contaron después, todavía temblando de la rabia y la impresión, que vieron “un bulto raro” en el acotamiento. Algo que no cuadraba. Pudo ser una llanta reventada, una bolsa de basura grande… muchos hubieran acelerado, por miedo a un asalto o por pura indiferencia. ¡Pero ellos no!
Frenaron sus máquinas. Echaron las luces altas. Y ahí fue cuando se les heló la sangre.
La foto que ilustra esta tragedia captura ese momento exacto. El momento en que la humanidad se encontró de frente con la barbarie. Los faros de las motos iluminaron la escena: el bulto no era basura. Era una persona.
“¡No mames, güey, es una señora!”, gritó uno de ellos por el intercomunicador.
Se bajaron en chinga. Se acercaron con precaución, pero también con esa urgencia de ayudar. La señora apenas se movía. Estaba hecha bolita, intentando guardar el poco calor que le quedaba en su cuerpo frágil. Su mirada… ¡ay, esa mirada! Cuentan los bikers que tenía los ojos llenos de terror, de confusión, pero también de una tristeza infinita, la tristeza de quien sabe que fue desechado por los suyos.
EL RESCATE Y LA INDIGNACIÓN NACIONAL
Los motociclistas no lo pensaron dos veces. Mientras uno trataba de hablarle, de decirle “Jefecita, tranquila, ya estamos aquí, no la vamos a dejar sola”, el otro llamaba al 911 echando mentadas de madre para que mandaran una ambulancia de volada.
Utilizaron sus propios cuerpos y sus motos para hacer un escudo, para protegerla del viento y de los coches que pasaban zumbando. La taparon mejor con las cobijas que traía. Le dieron calor humano, ese que su familia le negó.
La ambulancia tardó, como siempre tarda cuando se trata de gente humilde, pero llegó. Los paramédicos confirmaron lo evidente: hipotermia, desnutrición severa, deshidratación y un estado de confusión mental, probablemente Alzheimer o demencia senil. ¡Imagínense! La abandonaron sin que ella pudiera siquiera entender qué estaba pasando.
La abuelita fue trasladada a un hospital público, donde ahora lucha por su vida, no solo contra sus enfermedades, sino contra el dolor del alma.
¿DÓNDE ESTÁN LOS CULPABLES? ¡QUEREMOS JUSTICIA!
Esta noticia nos ha caído como patada en el hígado a todos los mexicanos bien nacidos. Las redes sociales están ardiendo. La gente exige que se revisen las cámaras de seguridad de la carretera (si es que sirven, claro), que se busque a la familia hasta debajo de las piedras.
¡Esto no puede quedar así, cabrones! No se puede tratar así a nuestros viejos. Ellos son la raíz de este país. ¿Qué clase de sociedad somos si permitimos que esto pase?
Desde esta trinchera periodística, le mandamos un abrazo solidario a esos dos bikers anónimos. ¡Se la rifaron, carnales! Ustedes son la prueba de que todavía queda algo bueno en este lodazal.
Y a los hijos de su… repinche madre que abandonaron a esta señora: recen. Recen mucho. Porque si la justicia divina no los alcanza, la justicia del pueblo, la del barrio, los está buscando. Y el karma, mis valedores, el karma es un cobrador que nunca olvida y siempre llega con intereses moratorios.
¡Mucho ojo, raza! Cuiden a sus viejitos. ¡No sean ojetes! Que la vida da muchas vueltas y el día de mañana, el bulto en la carretera podrías ser tú.
Seguiremos informando sobre el estado de salud de esta madrecita que hoy es la abuela de todo México. ¡Qué coraje, me cae!