Fatal acc1dente p1erde la v1da el h1j0 de…ver más

¡PÁRENLE A SUS ROTATIVAS Y AGÁRRENSE DEL ASIENTO PORQUE LO QUE LES VAMOS A CONTAR ESTÁ MÁS CALIENTE QUE EL ASFALTO AL MEDIODÍA Y MÁS CRUDO QUE LA REALIDAD MISMA!
¡EL INFIERNO TIENE NOMBRE Y APELLIDO! SE DESTAPA LA CLOACA DETRÁS DEL “VER MÁS” QUE NOS DEJÓ A TODOS CON EL JESÚS EN LA BOCA. ¡SANGRE, LUJO Y UNA TRAGEDIA QUE PODRÍA DESATAR UNA GUERRA EN LAS CALLES!
TÍTULO PRINCIPAL: ¡SE LE ACABÓ LA CARRERA AL “PRÍNCIPE DEL NARCO”! CONFIRMAN LA IDENTIDAD DEL JUNIOR QUE QUEDÓ HECHO PEDAZOS EN SU JUGUETITO DE MEDIO MILLÓN DE DÓLARES. ¡LA CIUDAD TIEMBLA PORQUE EL MUERTO ES EL HIJO CONSENTIDO DE “EL PATRÓN DEL MAL”!
SUBTÍTULO DE IMPACTO: El misterioso mensaje que te heló la sangre en el celular: “Fatal acc1dente p1erde la v1da el h1j0 de…ver más”, no era un juego macabro ni un clickbait barato. Era la antesala del horror. Hoy, el pavimento de la autopista más fifí de la ciudad está teñido de sangre azul… azul profundo, como el poder de su padre. ¡Entérate de la verdad que los medios fresas no se atreven a decir por miedo!
POR: “EL TUNDEMÁQUINAS” RAMÍREZ / CRÓNICA ROJA DESDE EL KILÓMETRO DEL DIABLO
CIUDAD DE LA FURIA.– ¡Ay, nanita! Si usted, amable lector de estómago curtido y nervios de acero, pensaba que ya lo había visto todo en esta selva de concreto donde la vida vale menos que un bolillo duro, déjeme decirle que la madrugada de hoy la Huesuda se puso tacones caros y salió a cobrar una factura de las grandes.
A todos nos vibró el celular anoche, ¿a poco no? Estábamos echando la cena o viendo la serie, y de repente, esa notificación maldita con letras cambiadas para burlar a los algoritmos: “Fatal acc1dente p1erde la v1da el h1j0 de…ver más”.
Nos quedamos picados, con el morbo a todo lo que da, el corazón latiendo a mil por hora. ¿Hijo de quién? ¿De un político rata? ¿De una estrella de telenovela venida a menos? ¡Pues agárrense, raza! Porque la verdad detrás de esos tres puntos suspensivos está para que se te bajen los calzones del susto.
El escenario fue la autopista de cuota que conecta a la zona más “nice” de la capital con los suburbios de los ricos, esa donde los carritos normales se ven como hormigas al lado de las naves que circulan ahí. Eran pasaditas de las 3:00 de la mañana. La carretera estaba sola, una invitación mortal para los que creen que las leyes de la física no aplican para ellos.
Lo que sucedió no fue un accidente, mis valedores, ¡fue una masacre de fierros y soberbia!
LA CRÓNICA DE UNA MUERTE A 300 KM/H: CUANDO EL DINERO NO COMPRA LA VIDA
Cuentan los testigos —unos traileros que todavía están temblando y que juran que vieron al diablo pasar— que no era un coche, era un misil. Un Lamborghini Huracán color verde tóxico, de esos que cuestan lo que tú y yo no vamos a ganar en diez vidas, venía “echando carreritas”.
¿Contra quién? Se dice que contra un Ferrari rojo que logró pelarse. Iban picudísimos, jugando a ser Toreto en la vida real. El velocímetro, según los primeros peritajes (que se filtraron porque aquí todo se sabe), marcaba arriba de los 280 kilómetros por hora. ¡No mames! A esa velocidad no manejas, vuelas bajito.
Y entonces, vino el error. Un pestañeo, un bache traicionero, o quizás el exceso de “polvitos mágicos” y alcohol del caro que, según las malas lenguas, traía el conductor en el sistema.
El Lambo perdió el control justo en la curva conocida como “La Quebradora”. El coche no giró; salió proyectado como una bala de cañón. Voló, literalmente voló, mis amigos, brincándose el muro de contención y estrellándose de lleno, sin frenar, contra la base de concreto de un puente peatonal.
¡EL GOLPAZO SE ESCUCHÓ HASTA TRES COLONIAS A LA REDONDA!
La física es una perra cruel. El coche de fibra de carbono y tecnología espacial quedó reducido a un acordeón de metal humeante. El motor V10 salió disparado a cincuenta metros. Y adentro… ¡Híjole! Adentro la cosa estaba para llorar sangre.
EL INFIERNO EN LA CARRETERA Y EL ARRIBO DE “LOS PESADOS”
Llegamos al lugar cuando apenas arribaban las primeras unidades de la policía y las ambulancias. La escena era dantesca. Parecía que había caído una bomba. El olor era una mezcla penetrante de gasolina de alto octanaje derramada, caucho quemado y ese aroma metálico y dulzón inconfundible de la muerte reciente.
Los bomberos luchaban con las “quijadas de la vida” para abrir lo que quedaba de la cabina. No había prisa médica, si me entienden. El conductor, un joven de no más de 25 años, vestido con ropa de diseñador que ahora estaba manchada de rojo y aceite, había muerto al instante. “Quedó irreconocible, jefe”, me dijo un paramédico pálido como la cera, “ni la mamá lo va a querer ver así”.
Pero aquí es donde la cosa se puso color de hormiga, raza.
Mientras los reporteros carroñeros tomábamos fotos desde atrás de la cinta amarilla, el ambiente cambió de repente. El aire se puso pesado.
De la nada, empezaron a llegar camionetones negros. Suburban y Tahoe blindadas hasta los dientes, con vidrios polarizados más oscuros que la conciencia de Judas. Se orillaron bruscamente, ignorando a los policías.
Bajaron tipos de traje, armarios con patas, con el “chícharo” en la oreja y bultos bajo el saco que claramente no eran loncheras. Eran guaruras profesionales. No, corríjo: eran sicarios de alto nivel con charola.
Empezaron a empujar a los policías municipales, que se hicieron chiquitos. Taparon las cámaras. “¡Órale, hijos de la tiznada, a chingar a su madre, aquí no hay nada que ver!”, gritaba el jefe de escoltas, un tipo con cara de pocos amigos y una cicatriz que le cruzaba la jeta.
SE REVELA EL MISTERIO: EL LLANTO DE LA “BUCHONA” Y LA IRA DEL CAPO
Y entonces, de una de las camionetas más lujosas, bajó una mujer joven, despampanante, vestida como para una fiesta, pero con el rímel corrido por el llanto. Sus gritos desgarradores rompieron el silencio de la madrugada. “¡Mi bebé! ¡No me digan que es mi bebé!”, aullaba mientras intentaba correr hacia los fierros retorcidos, siendo detenida por dos gorilas.
Fue ahí, entre los gritos de la mujer y las órdenes secas de los hombres armados, que se confirmó lo que se rumoraba en el “Ver más”.
El cadáver prensado entre los restos del Lamborghini no era otro que Iván “El Ivanzitro” Beltrán, el hijo menor, el consentido, el heredero al trono de nada más y nada menos que Don Nemesio Beltrán, alias “El Señor de los Cerros”, el capo más buscado y temido de toda la región norte del país.
¡PUM! Ahí estaba la nota bomba.
“El Ivanzitro”, conocido en Instagram por presumir fajos de dólares, leones mascotas y fiestas con modelos internacionales. El junior que creía que el mundo era suyo y que las reglas no aplicaban para él. Anoche, la carretera le demostró que estaba equivocado.
EL MIEDO SE APODERA DE LA CIUDAD: ¿QUÉ SIGUE?
En cuestión de minutos, los hombres armados “aseguraron” la escena. Se llevaron los celulares de dos paramédicos que habían tomado fotos. Se dice en radio pasillo que hasta amenazaron al ministerio público para que el cuerpo no pasara por el Semefo normal. Se lo llevaron ellos mismos en una camioneta funeraria de lujo que llegó de la nada.
La policía oficial, rebasada y humillada, solo miraba. Sabían que ahí no mandaban ellos.
Hoy, la ciudad amanece con una calma tensa, de esas que preceden a las tormentas feas. Se dice que Don Nemesio está destrozado, pero también furioso. ¿Quién iba en el otro coche, el Ferrari que se peló? Si fue un rival que lo “cazó” para provocar el accidente, agárrense, porque se va a soltar el diablo y las calles se van a teñir de rojo.
Si fue solo la estupidez de dos juniors jugando con la muerte… bueno, la lección ahí queda, escrita con sangre y millones de dólares hechos chatarra.
Raza, el dinero compra muchas cosas: coches rápidos, mujeres guapas, poder. Pero no compra la inmortalidad, ni te salva de un muro de concreto a 300 por hora.
Hoy hay un capo llorando en su mansión blindada, y un junior que ya no subirá más historias a sus redes. La carretera, esa maldita devoradora de hombres, no distingue apellidos.
¡Seguiremos informando, si es que no nos dan “piso” por contar la verdad! ¡Cuiden el pellejo y manejen con cuidado, que la vida no tiene refacciones! ¡Cambio y fuera!