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Dos jovenes s1n vida fuer0n en plen…Ver más

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¡PÁRENLE A SUS PRENSAS Y AGÁRRENSE DEL ASIENTO PORQUE LO QUE LES VOY A CONTAR ESTÁ MÁS FRÍO QUE EL CORAZÓN DE SU EX!

¡EL HORROR TIENE CARA DE NIÑO! AMANECE LA CIUDAD TEÑIDA DE SANGRE JOVEN: LA TRÁGICA Y CRUDA HISTORIA DETRÁS DEL TITULAR QUE NADIE QUERÍA LEER, PERO QUE TODOS COMPARTIERON.

POR: “EL TUNDEMÁQUINAS” RAMÍREZ / CRÓNICA ROJA DESDE EL ASFALTO CALIENTE.

CIUDAD DE MÉXICO (Y EL INFIERNO TAMBIÉN).– ¡Ay, nanita! Si usted, mi estimado lector de nervios de acero y estómago de trailero, pensaba que ya lo había visto todo en esta jungla de concreto, déjeme decirle que la realidad siempre supera a la ficción, y la neta, esta vez se pasó de lanza.

Seguramente usted, mientras se echaba su cafecito mañanero o iba apretado en el Metro oliendo el sobaco del prójimo, vio esa notificación en el celular. Esa que nos heló la sangre a todos, esa que con letras mochas para burlar al algoritmo decía: “Dos jovenes s1n vida fuer0n en plen…Ver más”.

¡Ese maldito “Ver más”! Esa puerta giratoria al morbo y a la desgracia ajena. Todos le dimos clic, ¿pa’ qué nos hacemos güeyes? Queríamos saber el chisme completo, queríamos ver si no era por nuestro rumbo, si no conocíamos a los involucrados. Pero lo que encontramos al abrir la nota completa no fue un chisme de lavadero, raza. Fue la bofetada más brutal que nos ha dado esta ciudad en lo que va del mes.

La Huesuda, esa flaca que no perdona ni respeta código postal, anduvo de ronda anoche y se cobró caro, muy caro, el derecho de piso en una de las colonias más bravas de la capital.

EL MACABRO HALLAZGO: CUANDO EL SOL NO CALIENTA

Todo empezó cuando el sol apenas pintaba de gris el cielo chilango. Eran eso de las 6:00 de la mañana. La hora en que los que chambean de verdad ya andan en la calle, y los que anduvieron de fiesta apenas van buscando su cantón.

Doña Chonita, la señora que vende los tamales más rifados de la esquina de Eje Central y Dr. Arce, estaba instalando su puesto. Ya saben, bajando la olla de vapor, prendiendo el anafre, persignándose para la buena venta. El frío calaba hasta los huesos, de ese frío que anuncia que algo gacho pasó.

De repente, entre la bruma matutina y el olor a carbón, Doña Chonita vio dos bultos. Estaban ahí, tirados en una jardinera, casi mimetizados con la basura que la gente puerca deja. Al principio, la ñora pensó lo que todos pensamos en este país: “Ah, pinches borrachos, se les pasaron las cucharadas y ahí quedaron jetones”.

Incluso, con esa alma caritativa que la caracteriza, Doña Chonita se acercó con un vaso de atole caliente. “¡Hey, muchachos! ¡Despierten que les va a dar una pulmonía! ¡Ya amaneció!”, les gritó.

Pero los muchachos no se movieron. Ni un centímetro. Ni un ronquido. Nada.

Al acercarse más, el corazón de Doña Chonita se le subió a la garganta y casi se le sale por la boca. No estaban dormidos, mi gente. Estaban tiesos. Pálidos como la cera. Y un hilo de sangre, ya seco y negro como la conciencia de un político, escurría de la cabeza de uno de ellos, manchando la banqueta.

El grito que pegó Doña Chonita despertó a media colonia. Fue el timbre de alarma de la tragedia.

LOS MORROS: UN FUTURO TRUNCADO A BALAZOS

En cuestión de minutos, el lugar se llenó de curiosos, de esos zopilotes que nomás ven patrulla y ahí van a ver qué sacan pal’ Feis. Llegó la tira, pusieron su famosa cinta amarilla que dice “PRECAUCIÓN”, y empezó el circo de siempre.

¿Quiénes eran? Esa era la pregunta del millón. No eran malandros de alto calibre, no señor. Eran, como decía el titular mocho, DOS JÓVENES. Apenas unos morros.

Los primeros reportes indican que no pasaban de los 22 años. Él, con unos tenis Jordan piratas pero bien boleados, y ella, con una chamarrita rosa que se veía que era su favorita. Se dice en el barrio que eran novios. Que habían salido a dar el rol, a echarse una banqueteras, a vivir esa juventud que en este país parece ser un deporte extremo.

Fueron encontrados EN PLENA VÍA PÚBLICA, como si sus vidas no valieran ni un centavo, tirados como basura en una ciudad que mastica y escupe a sus hijos.

¿Qué pasó? ¡Ah, pues ahí está el detalle, chato! La versión oficial, esa que siempre nos quieren vender, dice que fue un “ajuste de cuentas”. La vieja confiable. Pero los vecinos, esos que todo lo ven y todo lo callan por miedo, murmuran otra cosa.

Se dice que los chavos estuvieron en el lugar equivocado a la hora equivocada. Que quizá vieron algo que no debían. O que, simplemente, se toparon con algún hijo de la… averno que andaba armado y con ganas de jalar el gatillo por puro gusto. Porque así está de podrida la cosa, mi raza. Ya no necesitas deberla para temerla.

EL DOLOR QUE DESGARRA: LLEGAN LAS JEFECITAS

Pero si la escena del crimen ya era para enchinarle el cuero al más valiente, lo que vino después fue para romperle el corazón a cualquiera.

El chisme corrió rápido por los grupos de WhatsApp de la colonia. Y entonces llegaron.

No hay sonido más desgarrador en este mundo que el grito de una madre cuando ve a su hijo tirado en el asfalto, cubierto con una sábana blanca de la Cruz Roja. ¡No mames, neta, se me hace un nudo en la garganta de nomás acordarme!

La jefecita de la chava llegó corriendo, tropezándose, con los ojos desorbitados. Quería romper el cerco policial, quería abrazar a su niña, quería que le dijeran que era una broma macabra. “¡Mi niña no! ¡Levántate, mi amor, vámonos a la casa!”, gritaba la señora mientras dos policías mujeres trataban de contenerla.

El papá del chavo llegó poco después. Un señor de trabajo, con las manos curtidas. No gritó. Solo se quedó parado, viendo el cuerpo de su hijo, y una lágrima solitaria le rodó por la mejilla. Ese silencio dolió más que mil gritos. Era el silencio de la resignación, del “ya me tocó a mí”, de saber que en este país la justicia es un cuento de hadas.

¿Y AHORA QUÉ? OTRA CARPETA AL OLVIDO

Los peritos hicieron su chamba. Levantaron los casquillos (dicen que fueron calibre .9mm, el calibre de los cobardes), tomaron fotos, midieron distancias. Luego, subieron los cuerpos a la camioneta del SEMEFO. Esa camioneta blanca que es el taxi de la muerte.

La calle volvió a la normalidad. Doña Chonita siguió vendiendo tamales, aunque ya nadie tenía hambre. La gente se fue a sus trabajos. Y la sangre… la sangre se la lavó un vecino con una cubeta de agua y jabón para que no se viera feo.

El titular decía: “Dos jovenes s1n vida fuer0n en plen…”. Fueron encontrados en plena calle. Fueron asesinados en plena juventud. Fueron víctimas en plena ciudad.

Hoy, dos familias están destrozadas. Hoy, hay dos lugares vacíos en la mesa. Hoy, el miedo se nos metió un poquito más adentro de los huesos.

¿Habrá justicia? ¡Ja! ¡No me hagan reír que traigo el labio partido! Lo más seguro es que esta sea otra carpeta de investigación que se llene de polvo en algún escritorio de la Fiscalía. Otro “carpetazo”. Otro número en la estadística que el gobierno presume que “va a la baja”.

Así que ya se la saben, mi gente. Cuídense mucho. Cuiden a sus morros. Denles un beso antes de salir de casa, porque la neta del planeta, uno nunca sabe si va a ser el último. La calle está que arde y el Diablo anda suelto y con ganas de fiesta.

Seguiremos informando… si es que la Huesuda nos da chance. ¡Ahí nos vidrios!

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