Hallazg0 Macabr0 L0cal1zan Múlt1ples Cuerp0s Embalsad0s en…Ver más

¡EL INFIERNO EN LA TIERRA! ¡MACABRO HALLAZGO QUE HIELA LA SANGRE! LOCALIZAN “PAQUETES DE LA MUERTE”: MÚLTIPLES CUERPOS EMBALSADOS EN UN TIRADERO CLANDESTINO. ¡MÉXICO SIGUE SANGRANDO!
SUBTÍTULO DE IMPACTO: ¿Hasta cuándo, Dios mío? La escena dantesca fue descubierta por un humilde pepenador que pensaba encontrar cobre y se topó con el rostro mismo del terror. Las autoridades, como siempre, rebasadas por la barbarie que azota nuestras calles. Una crónica no apta para cardíacos.
POR: “EL TUNDEMÁQUINAS” RAMÍREZ / CRÓNICA ROJA DESDE EL ASFALTO CALIENTE.
[Lugar genérico, ej. EDOMEX o PERIFERIA CDMX] – ¡Ay, nanita! Agárrense el estómago y siéntense bien, mis valedores, porque lo que les vamos a contar hoy no es una película de terror gringa, es la puritita y cruda realidad de este México nuestro que se nos cae a pedazos entre la indiferencia y la sangre. Si usted es de piel delgadita, mejor no siga leyendo, porque esta nota huele a muerte y sabe a rabia.
La noticia corrió como reguero de pólvora en redes sociales esta mañana. Un titular cortado, con letras alteradas para burlar la censura, de esos que te dejan con el Jesús en la boca, aparecía en todos los celulares: “Hallazg0 Macabr0 L0cal1zan Múlt1ples Cuerp0s Embalsad0s en…Ver más”. Todos le dimos clic, ¿pa’ qué nos hacemos güeyes? El morbo nos gana. Pero lo que había detrás de esos tres puntos suspensivos es una pesadilla que ninguna madre debería vivir, la confirmación de que el Diablo anda suelto y tiene sucursal en este barrio.
Todo comenzó al despuntar el alba, en ese momento brujo donde la noche se niega a irse y el sol apenas pinta de gris el cielo plomizo. El escenario: un paraje olvidado de la mano de Dios, de esos terrenos baldíos que sirven de basurero para la gente cochina y, tristemente, de cementerio clandestino para los malandros que operan con total impunidad. Un lugar donde el polvo te seca la garganta y el silencio solo lo rompen los ladridos de perros flacos y hambrientos.
Ahí andaba Don Jesús, “Don Chuy” pa’ la banda, un señor de 68 años con las manos curtidas por el sol y la vida dura, que se gana el pan de cada día pepenando entre lo que otros desechan. Don Chuy madrugó, como siempre, con su costal al hombro y su gancho de fierro, buscando latas de aluminio, cartón, o si la suerte le sonreía, algún cablecito de cobre para completar pal’ chivo.
Caminaba entre montones de escombro, llantas viejas y muebles rotos cuando algo le llamó la atención. Ahí, a la orilla de un camino de terracería fangoso, casi mimetizados con la basura, había un montículo extraño. No era basura normal.
EL MOMENTO DEL TERROR: “PENSÉ QUE ERA CASCAJO, PERO ERA CARNE HUMANA”
“Mire, jefe, yo ya he visto cosas feas en la vida, la calle es dura, pero esto… esto no tiene madre”, nos contó Don Chuy todavía temblando, con la mirada perdida y un bolillo duro en la mano que le dieron los paramédicos pa’l susto, porque se le bajó la presión del impacto.
Según su relato escalofriante, vio una pila de bultos. Eran bolsas de plástico negro, de esas grandotas de uso rudo que se usan pa’ la basura del jardín, mezcladas con unas cobijas viejas y sucias, amarradas con metros y metros de esa cinta canela que usan los criminales. Estaban ahí, amontonados sin cuidado, uno sobre otro, como quien tira los desperdicios de la semana.
“Al principio dije: ‘¡Ah, chingá! Algún albañil huevón vino a tirar bultos de cemento echados a perder o cascajo'”, narró el pepenador con la voz quebrada. Pero algo no le cuadraba en su instinto de sobreviviente urbano. Había demasiadas moscas. Unas moscas verdes, gordas, de esas panteoneras que zumban fuerte y anuncian la desgracia.
Y luego, el viento cambió y le pegó en la cara un tufo inconfundible. Ese olor dulzón, rancio y penetrante que se te mete hasta el tuétano y te revuelve las tripas. El olor de la muerte cuando ya lleva rato cocinándose al sol. El olor a podredumbre.
Con el corazón latíendole en las orejas como tambor de guerra, Don Chuy se acercó. No quería ver, pero tenía que ver. Con la punta de su gancho, picó una de las bolsas negras que parecía tener una forma demasiado familiar.
¡Virgencita Santa de Guadalupe! Lo que sintió al picar no fue piedra, fue algo blando. Y lo que vio por una rendija de la bolsa lo hizo pegar un grito que espantó hasta a los zopilotes que ya rondaban el cielo en círculos. No era cascajo. Era un pie. Un pie humano, pálido, ceroso, ya amoratado.
Don Chuy no esperó a ver más. Salió corriendo como alma que lleva el diablo, tropezándose con las piedras, sintiendo que las piernas no le respondían, hasta llegar a la carretera para pedir auxilio a los pocos coches que pasaban.
EL CIRCO DE LAS AUTORIDADES: CINTA AMARILLA, TORRETAS Y PREGUNTAS SIN RESPUESTA
En cuestión de minutos, el tranquilo y desolado paraje se convirtió en un carnaval de sirenas aullando. Llegaron las patrullas municipales, las estatales con sus uniformes tácticos, y hasta la Guardia Nacional se dio su vuelta pa’ la foto, haciendo bulto pero sin saber qué hacer ante semejante carnicería.
Los uniformados, con esa cara de “otra vez la misma historia en este pinche turno”, bajaron de sus unidades con armas largas y confirmaron el macabro hallazgo. Rápido sacaron los rollos de cinta amarilla que dice “PRECAUCIÓN – PROHIBIDO EL PASO” y acordonaron media hectárea, alejando a los vecinos mitoteros que, como siempre, salieron de abajo de las piedras con el celular en mano para transmitir en vivo la desgracia ajena pal’ TikTok.
La escena era dantesca, mis valedores, propia de una zona de guerra. Ahí, tirados como si no valieran ni un peso partido por la mitad, estaban los restos de seres humanos. ¿Cuántos? Esa es la pregunta del millón. La cifra oficial baila. Primero dijeron que eran tres. Luego, el rumor entre los policías, que hablaban en voz baja y con caras largas, era que por el número de “paquetes”, podrían ser al menos cinco o seis cuerpos.
Todos “embalsados”. Un término que en el argot del narco significa esto: envueltos como momias en plástico y cinta, deshumanizados, convertidos en simple mercancía de la muerte. Se notaba, por las formas de los bultos, la saña. Algunos parecían estar desmembrados para caber mejor en las bolsas. ¡Qué nivel de maldad, carajo!
LA INDIGNACIÓN DEL BARRIO: “YA NO SE PUEDE VIVIR ASÍ, NOS ESTÁN MATANDO”
Mientras esperaban a los “astronautas” (los peritos forenses de blanco que siempre llegan tarde), la gente del barrio miraba desde la orilla de la carretera con una mezcla de miedo profundo y rabia contenida.
“Es que ya no hay respeto por la vida, joven, esto ya se salió de control”, nos decía Doña Rosa, una vecina que vive a unas cuadras y que llegó persignándose. “Antes tiraban perros muertos aquí, ahora vienen a tirar cristianos como si fueran basura. ¿Qué clase de monstruo hace eso? ¿Qué clase de bestia tiene el estómago para envolver a una persona así?”.
Esa es la pregunta que nos carcome a todos, raza. ¿Quiénes eran esas personas dentro de las bolsas? Seguramente alguien los está esperando en casa hoy para desayunar. Una madre está marcando un celular que manda a buzón. Una esposa pregunta por qué el marido no llegó de la chamba anoche. Hoy, tristemente, son solo números en una estadística roja que no para de crecer, cuerpos “N.N.” (No Nombre) camino a la plancha fría del SEMEFO.
Esto huele a ajuste de cuentas, a limpia de plaza, a mensaje entre grupos rivales que se pelean el territorio a sangre y fuego, llevándose entre las patas la tranquilidad de la gente de bien. Es el sello de la delincuencia organizada que nos tiene de rodillas.
EL TRISTE FINAL DE SIEMPRE: CARPETAZO Y OLVIDO
Horas después, cuando el sol ya quemaba, llegaron los servicios periciales. Tomaron fotos desde todos los ángulos, midieron, hicieron como que buscaban huellas de neumáticos en la tierra seca. Con caras largas y cubrebocas dobles puestos para aguantar el hedor, levantaron los pesados y macabros bultos y los subieron uno a uno a la camioneta blanca de la morgue, esa que siempre huele a tristeza y formol.
La policía dijo lo de siempre, el mismo machote de comunicado: “Se abrirá una carpeta de investigación contra quien resulte responsable por el delito de homicidio múltiple”. ¡Ja! No me hagan reír, que traigo el labio partido de tanto coraje. Todos sabemos que esa carpeta se va a llenar de polvo en algún escritorio burocrático, mientras los carniceros que hicieron esto siguen libres, riéndose de nuestra justicia de pacotilla, listos para preparar los siguientes “paquetes”.
Así las cosas en nuestro México lindo y violento. Hoy fue en este paraje desolado, mañana ¿dónde será? ¿En la esquina de tu casa? ¿En el parque donde juegan tus hijos?
Por lo pronto, mi gente, cuídense mucho. La Huesuda anda chambeando horas extras. Persígnense antes de salir de su cantón, abracen a los suyos, porque el diablo anda suelto, trae rollos de cinta canela y parece que tiene muchas bolsas negras de sobra para seguir llenando este país de luto.
Seguiremos informando sobre la identidad de las víctimas… si es que alguna vez nos la dicen. ¡Qué Dios nos agarre confesados!