Mi esposo tomó mi tarjeta de crédito a escondidas para llevar a su amante de viaje, pero en el aeropuerto, el agente de inmigración dijo con voz glacial unas palabras que los petrificaron a ambos…

Últimamente, Carlos había cambiado mucho. Volvía a casa tarde a menudo, siempre con la excusa de las horas extra o citas con clientes. Su teléfono nunca se separaba de su mano y no dejaba que nadie lo tocara. La duda crecía en mí, pero no tenía ninguna prueba.

Una noche, mientras se duchaba, su móvil vibró sobre la mesa. Por reflejo, vi el mensaje: «¡No olvides tu pasaporte, mañana nos vamos de vacaciones, estoy muy emocionada!». Sentí que mi corazón se rompía. Con manos temblorosas, abrí la conversación y descubrí que ya había comprado los billetes de avión y reservado un hotel de lujo… todo pagado con mi tarjeta de crédito.

Dejé escapar una risa amarga. Todo mi esfuerzo, mis noches en vela trabajando para ahorrar para nuestra familia, él lo usaba en secreto para mimar a otra mujer.

Esa noche no pegué ojo, dándole vueltas a cómo pillarlo. No quería un escándalo en casa, para no perturbar a nuestro hijo, pero tampoco podía dejar que derrocharan el fruto de mi trabajo. Entonces, se me ocurrió un plan.

Por la mañana, Carlos se levantó temprano, se vistió con esmero y me dijo: — Me voy de viaje de negocios unos días. Quizás no pueda comunicarme mucho. Ocúpate del niño, ¿de acuerdo? Forcé una sonrisa: — Ajá.

En secreto, llamé a una amiga que trabaja en el aeropuerto para verificar la información de su vuelo. Rápidamente me confirmó: billetes para Cancún, salida a mediodía.

Decidí ir al aeropuerto. No quería hacer una escena, solo ver con mis propios ojos, para que no pudiera negarlo después.

Tal como temía, lo vi llegar de la mano de una mujer joven muy arreglada, radiante, como una pareja perfecta. Mis puños se cerraron para contener la rabia.

Después de facturar, cuando se disponían a pasar por inmigración, un agente los detuvo de repente. Su voz resonó, fría y firme: — Lo siento, pero la tarjeta utilizada para comprar estos billetes presenta indicios de fraude. Necesitamos que nos sigan a la oficina para aclarar la situación.

Carlos se quedó paralizado, pálido. La joven lo miró, aterrorizada: — ¿Qué está pasando? ¡Me habías dicho que todo estaba arreglado!

Me adelanté y, con calma, dije: — Esa tarjeta es mía. La tomó sin permiso para llevarte de vacaciones.

Todo el vestíbulo se agitó. La gente nos miraba fijamente, susurrando con desdén.

Carlos balbuceó: — Yo… solo quería invitarla a un viaje, no tenía malas intenciones… Me reí con amargura: — ¿Sin malas intenciones? ¿Robar el dinero de tu esposa y tu hijo para gastarlo con tu amante?

No supo qué responder. El agente de inmigración le hizo firmar una declaración y le informó que el asunto podría ser remitido a la fiscalía por uso fraudulento de medios de pago.

La joven, al oír eso, lo fulminó con la mirada: — ¡Me dijiste que eras rico, y resulta que era el dinero de tu esposa! ¡Me mentiste! Lo plantó allí, dejándolo con su vergüenza.

Lo miré por última vez. Me dolía, pero estaba decidida: — A partir de hoy, no hay nada entre nosotros. Asume tus actos.

Me di la vuelta y me fui, dejándolo con su mirada suplicante.

Ese día lloré, pero también me sentí libre. Comprendí que un hombre capaz de traicionar la confianza de su familia y gastar el dinero de su esposa con otra no merece el perdón.

Volví a casa, abracé fuerte a mi hijo. Me sonrió, inocente, sin saber nada. Me prometí que de ahora en adelante, viviría más fuerte, y que todo mi amor sería para él.

La vida puede quitarte un mal marido, pero nunca debes perder tu dignidad ni la fe en ti misma.

Leave a Comment